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12 quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; pues yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. 13 ¿Está dividido el Cristo? ¿Fue colgado en el madero Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? 14 Doy gracias a Dios, que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo; 15 para que ninguno diga que habéis sido bautizados en mi nombre.

Pero la zarpita blanca y sonrosada, en vez de achicarse bajo la presión involuntaria y brutal, que habría hecho lanzar a otra un grito de dolor, se crispó con vigoroso esfuerzo, librándose fácilmente de este encierro: Le agradezco mucho que haya venido. Encantada de conocerle.

Al contrario, sin saber por qué, me sentí gratamente impresionado, y ya me disponía a tomar pie de ella para insistir en mi fogosa declaración, cuando nos sorprendió una voz que sonó a nuestra espalda. Le veo a usted muy inclinado a los niños, amigo Sanjurjo. Era el malagueño, que nos había alcanzado. Me volví y advertí en su rostro una sonrisa irónica que me crispó.

Una sonrisa crispó sus labios. ¡Perecer! , pero no solo. ¡Sucumbir! muy bien, pero no sin vengarse. Los jinetes empezaban á aparecer por las anchas avenidas del bosque. Los coches rodaban al trote de sus tiros, los más hermosos del mundo. La vida elegante renacía en su diario y monótono esplendor.

En los momentos críticos, Bobart tenía la costumbre de desarmar á Clementina llamándola "bella prima." La lisonja hizo su efecto. Una sonrisa altanera crispó los labios de la señorita Guichard; lanzó un vigoroso suspiro que la libró de su opresión y dijo, mirando con altanería á su primo aterrado: ¿Crees que le temo? Ahora vamos á vernos los dos. Viene, sin duda, á pedir gracia, insinuó Bobart.

Sus párpados, al cubrir los hermosos ojos grises, proyectaron una sombra sobre la cara y su boca se crispó. ¿Acaban de llegar? preguntó. Llegaron ayer mañana. Venía á advertir á usted para que no se sorprenda si se ve repentinamente en su presencia. Jenny hizo un gesto de cansancio.

Todo lo conocemos. ¡Hemos sido felices en tantos lugares!... Pero dime cuándo vas a volver. ¡Dímelo cierto!... ¡no me engañes! El rostro de Fernando se crispó con una risa dolorosa. ¡Volver! Aún no había emprendido el viaje y al término de él le aguardaba lo desconocido, con sus aventuras y misterios. Volvería pronto; cuando más, tardaría un año. ¡Palabra!

Dígame que le perdona. Hay veces que si lo atrapara por mi cuenta, al miserable... Intentó un gesto de amenaza, pero no pudo levantar la mano, que se crispó bajo los harapos que la cubrían en parte. Después siguió diciendo con voz vacilante: Otras veces... otras veces... Y parecía buscar penosamente los jirones de su pensamiento fugitivo.

Además, el collar de perlas estaba sobre su pecho, las esmeraldas en las orejas y todos sus brillantes en los dedos». Una sonrisa triste crispó sus labios al intentar mirarse en los cristales de la ventana, negros aún por la lobreguez de la noche, y que le servían de espejo. Muero como un militar: dentro de mi uniforme dijo á su abogado.

Cualesquiera que fueran las culpas, que tanto le costaba confesar, sentía en el fondo de mi alma que le eran muy liberalmente perdonadas. Repentinamente esa mirada que no me abandonaba, tomó una fijeza extraordinaria, vaga y terrible; su mano se crispó sobre mi brazo; se levantó de su sillón y volviendo á caer en el instante, se resbaló pesadamente sobre el pavimento: ya no existía.