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Actualizado: 10 de junio de 2025


Y ella, sin embargo, había ya llorado mucho para lavar con sus lágrimas sus pecados... Había ido muchísimo a la iglesia y quemado innúmeros cirios y cumplido las más duras penitencias... Creía que el secreto de sus faltas quedaba enterrado en el confesionario del cura párroco... Poco a poco las malas lenguas se habían cansado y acabado por dejarla tranquila... Comenzaba ya a respirar, vivía feliz entre el Príncipe y su hijo, creyendo que todo había acabado, cuando vuelve Delaberge y cae en su casa como un rayo... ¡Oh, , un rayo verdadero!... Cuando le vio entrar en la cocina se le agolpó toda la sangre en el corazón y estuvo a punto de caer redonda en tierra... Después ya no había podido conciliar el sueño, viviendo en una continua angustia y pareciéndole que estaba suspendida sobre su casa la amenaza de una gran desdicha.

Gerardo iba al lado de Elena e inclinaba graciosamente la cabeza hacia atrás, como para verla andar. Y Luciana, cuya alegría iba renaciendo a medida que nos alejábamos del campo Quemado, le preguntó riendo: ¿Qué busca usted en la espalda de Elena? Quiero ver si le brotan las alas. Elena, muy absorta en sus pensamientos, no oyó nada de esto.

Mas del tropel de ellos surgió repentinamente uno que le hizo estremecerse. Quedó inmóvil un instante y, recobrando de súbito toda su energía, emprendió su camino de nuevo con resolución y á paso vivo. Al pasar por la calle de Horno Quemado vió venir hacia él un hombre que no tardó en reconocer. Era el señor Rafael que se retiraba á su casa.

Quiso orar: no tenía pensamiento; no era ya más que una pavesa, una masa de ceniza. El viento le desmoronaba: se sentía difundirse en el espacio ardiente, se quemaba ya quemado.

Corrían á través de los campos, con la velocidad de la desesperación, mujeres y niños dando alaridos. Las bestias habían escapado de los establos, empujadas por las llamas, para emprender una carrera loca. La vaca y el caballejo de labor llevaban pendiente del pescuezo la cuerda rota por el tirón del miedo. Sus flancos echaban humo y olían á pelo quemado.

Llamadlos, y al punto echarán a correr como gamos perseguidos. En los jarales huele a copal quemado, y de la calle a la puerta de las cabañas un reguero de «cempaxóchiles» os guiará hasta el lugar en que estuvo la «ofrenda» dedicada a las almas de los que dejaron para siempre este mundo de dolor.

En vez de la cara de miseria y de desesperación del pobre 2317, Jacobo vió en el espejo un vigoroso marinero quemado por el sol de los trópicos. Tragomer le entregó un revólver y le dijo con terrible resolución: Ahora, toma este arma, ¿Está convenido que no te cogerán vivo? Yo te defenderé, si es preciso, hasta el último aliento.

Su sorpresa de usted me prueba dijo Luciana, que Elena ha guardado el secreto... Quiero hacerle justicia a su vez... Las cartas que usted vio que Lautrec le entregaba, eran las mías. ¿Las tiene usted? Las he quemado... así como las respuestas. ¡Ah!

¡Jesús, hija, qué mal olor! exclamó deteniéndose a la entrada . ¿Qué has quemado?... Si huele aquí a infierno... Currita se puso muy seria, muy enfadada, y hasta un poco pálida. Mira, Fernandito, no digas tonterías... No me gustan bromas con las cosas del otro mundo. Y como si fuese cosa de él, volvió a lanzar otra mirada furtiva y medrosa a la imponente cabeza de fray Alonso.

AZUCENA. ¿Te he dicho que había quemado a mi hijo?... No... he querido burlarme de tu ambición... eres mi hijo; él del Conde, , él del Conde era él que abrasaban las llamas... ¿No quieres que yo sea tu madre? MANRIQUE. Perdonad. AZUCENA. ¡Ingrato! ¿No te he prodigado una ternura sin límites? MANRIQUE. Perdonad; merezco vuestras reconvenciones.

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