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Actualizado: 10 de junio de 2025


No dije nada, porque su padre estaba allí y lo permitía... Pero hete aquí que esta mañana pide ir a paseo, y en cuanto estamos fuera me dice muy amablemente: «Querida doña Polidora, quisiera ir hacia la Celle-Saint-Cloud, a ver la madre de los dos niños que vinieron ayer; está enferma, tiene muchos hijos, carece de recursos, y qué yo cuántas cosas másParecía al oiría, que no había otras miserias en la tierra... «¿Cómo se llamale dije. «La Briffarde; vive en el campo Quemado... Vamos allá, ¿verdad? ¿Quiere usted, mi querida doña PolidoraPorque es mimosa como ninguna, la chiquilla.

Se sentó junto a la mesa y empezó a hojear el diario, sin encontrar lo que buscaba. Observó que algunas páginas estaban arrancadas. De pronto, se acordó. Hacía cinco años, con motivo de un registro practicado por la policía en casa de un colega suyo, se había asustado tanto que había arrancado de su diario las páginas comprometedoras y las había quemado.

Tiene las prendas con que se cubre, destrozadas y llenas de remiendos, la gorra reluciente de mugre, las manos guarnecidas por escamas de roña, los ojos legañosos y el bigote quemado de apurar colillas; todo él es seboso y hediondo. Sus compañeros le llaman Pachín el Guarro.

Mira allí prosiguió el Cojuelo aquel barbero, que soñando se ha levantado, y ha echado unas ventosas a su mujer, y la ha quemado con las estopas las tablas de los muslos, y ella da gritos, y él, despertando, la consuela diciendo que aquella diligencia es bueno que esté hecha para cuando fuere menester.

Ya las aldeas y villorrios aumentan a cada instante, se aglomeran y precipitan, con sus calles estrechas y limpias, sus casas de ladrillo quemado, sus techos de pizarra y teja.

Fuí imprudente; creyéndole un vasallo leal, le escribí algunas cartas de mi puño y letra, avisándole de la hora que podía entrar en palacio y verme. ¡Y esas cartas! ¡esas cartas! Las he quemado yo por mi propia mano, gracias á don Juan Téllez Girón, que se las arrancó á estocadas. ¡Ah! dijo respirando el rey ; ¿y de resultas de esas estocadas está herido don Rodrigo? , señor.

Y estornudó por tres veces, haciendo figuras y monadas con que creía apartar de la mente de Jacobo la maldita idea del gorro quemado: mas este, no bien salieron los criados, después de servir el legítimo ron de Jamaica, tomó a preguntar: ¿Te acuerdas de aquella noche?... El tío Frasquito contestó un ¡! tímido y vergonzoso, cual si le recordase la pregunta algún crimen nefando.

Nunca había quemado teas perfumadas en honor de Buda; y las ceremonias del sacrificio místico debían parecer a su abominable alma de gramático y de escéptico, simples pantominas de los payasos en el Teatro de Haug-Tung.

A las doce leguas entramos en otra nacion, cuyos indios se llaman Simanos. Su pueblo está situado en un collado alto, y rodeado de espinos y monte bajo como muralla. Juntáronse muchos, y nos recibieron de guerra, con sus arcos, flechas y otras armas. Duró poco su soberbia, pues vencidos, desampararon su pueblo, habiéndole quemado antes: pero los campos nos daban bastante comida.

Más de la mitad de aquel montón de árgoma se ha quemado ya en la hoguera: Celso ha disparado una nube de cohetes y los bailarines andan cerca de rendirse. Su voz era dulce, pastosa: su modo de hablar grave y sosegado, trasmitiendo á los demás la calma que reinaba en su espíritu. Desde la Braña hasta aquí hay algunos pasos respondió Nolo con parecido sosiego.

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