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Yo entonces le amaría por mismo, por su espíritu, por su fuerza de carácter, por su alma entusiasta escondida bajo apariencias de frialdad y aun de rudeza...

Sólo algún liberal botarate puede llamarle todavía cabecilla... ¡Anda, anda con el cabecilla!... Si le hubieran visto en la batalla de Muniesa con el anteojo en la mano, me entiende usted, echando líneas y paralelas... Aquí, escondida detrás de este repecho, la caballería para cargar cuando haga falta... En la retaguardia los batallones navarros... En la vanguardia los castellanos... «Capitán Tal, despliegue usted su compañía en guerrilla y moleste usted al enemigo por el flanco derecho... Coronel Cual, proteja usted con un batallón al capitán Tal para el caso de retirada... Comandante Tal, ataque usted con cuatro compañías aquella posición... Coronel Cual, proteja usted con un batallón al comandante Tal en el caso de retirada... Brigadier Tal, marche usted con los regimientos Tal y Cual por el flanco izquierdo a coger la retaguardia del enemigo... Brigadier Cual, prepárese usted a atacar de frente en el momento que yo lo ordene

Una música sumisa e invisible les hizo salva al llegar y les regaló los oídos mientras comían. Criados, invisibles también, iban trayendo los platos y sirviendo admirablemente la mesa. Todo esto lo veía y notaba la lavanderilla, que sin ser vista ni oída, había seguido a aquellos señores, y estaba escondida en el comedor detrás de un cortinaje.

En efecto, Palma es un inmenso huerto, escondida literalmente como está entre bosques de naranjos, granados y limoneros, de cuyos frutos hace un comercio considerable. En un trayecto del Guadalquivir observamos una notable aglomeracion de cañaverales y arboledas que nos llamó la atencion por su objeto.

Cedemos al placer, pero cedemos suspirando: nuestros sentidos están alegres; nuestro corazon está triste. En una palabra, mirando ese rico palacio ateniense, lo veo todo, menos la lágrima de la Magdalena, aquella lágrima escondida y humilde, fervorosa y santa; aquella lágrima que es una poesía más sublime que la más sublime poesía de todos los poetas del mundo; la poesía del Calvario.

Allí la tiene usted... ¿No ve aquella moza del pañuelo blanco que limpia la ropa a un chico?... Esa es. El joven se dirigió a ella, y un poco avergonzado le contó cómo su prima Rosa había huido de casa, a consecuencia de una paliza que el padre la había dado, y que se hallaba escondida en el establo del tío Indalecio esperando que la subiesen alguna ropa, pues estaba medio desnuda.

También le regaló 5 mucho dinero y un barco de oro. El joven se metió en el barco y se marchó. Llegó a una ciudad y fue a una posada. Los mozos de la posada pusieron el barco en una sala cerca de su alcoba. Entonces el joven salió a ver la ciudad. Cuando pasó por el palacio vio un letrero en la puerta que 10 decía: Dentro del palacio está escondida la hija del rey.

Estaban abiertos los dos claros de él que daban al exterior de la casa. Acerquéme a uno de ellos, y vi que correspondían ambos a otra solana muy escondida al socaire de la pared de mi habitación que, efectivamente, sobresalía mucho de la línea general de la fachada.

Sin contar las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las gentes señalaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida entre macizos de árboles, donde Su Ilustrísima podía, como en cosa propia, hacer lo que mejor le pareciese.

Está bien, Juanita dijo . Iré en tu compañía y te prestaré mi auxilio. Muy fina prueba de mi amistad te daré con esto, porque yo también puedo comprometerme. Entendámonos repuso Juanita . Yo no quiero tu auxilio. ¿Qué mérito tendría entonces mi victoria? no te comprometerás, porque te quedarás escondida y nadie sabrá que has estado en mi casa.