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El loco despilfarro de la energía española únicamente había sido reproductivo en las Indias. Viajando por diversas repúblicas del Nuevo Mundo en sus tiempos de diplomático, había apreciado la grandeza histórica de España mejor que con la lectura de los libros apologéticos.

No había necesidad de tantas interiores recomendaciones, porque la Naturaleza me ha hecho bastante diplomático. El espíritu dúctil y fijo de mi raza nunca se ha desmentido en los actos trascendentales en que me he visto precisado a intervenir.

¿Conoces a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes, que lo mismo baila una mazurca en un sarao con su pantalón colán y su clac, hoy en traje diplomático, mañana en polainas y con chambergo y al otro arrastrando sable, o en breve chupetín, calzón y faja? Cincuenta pesos gasta al día, cien logra de renta; ni un solo libro tiene, ni lo compra, ni lo quiere.

M. de Vignet, el amigo de mi hijo, ha estado aquí unos días, acaba de ser llamado a París por el embajador de Cerdeña, marqués de Alfieri, a quien Alfonso conoce muchísimo. Esto es buen augurio para el porvenir diplomático de este joven, quien empezaba ya a descorazonarse. ¡Ah! ¡cómo quisiera yo ver a mi hijo entrar pronto en una carrera tan digna de él!

Por el doctor Trevexo, por el primer diplomático argentino. El doctor Trevexo era en este momento objeto de toda mi admiración. ¡Con qué modestia aquel grande hombre, aquel espíritu lógico y concienzudo, que acababa de exponer tanta doctrina luminosa, recibía las aclamaciones unánimes de la distinguida sociedad que sabía aquilatar su talento superior!

Pero el General Otis actuó por primera vez de diplomático, y me escribió, por conducto de su secretario Mr.

Los dos clérigos le saludaron muy cortésmente y Glocester dando un paso hacia él, le acarició con una palmadita familiar sobre el hombro. La envidia se lo comía, pero Glocester no era hombre que gastase menos disimulo. O era diplomático o no lo era. El Magistral se contentó con escupirle para sus adentros.

Hasta que se ve esta apoteosis gigantesca, no se tiene una idea exacta del pintor, conde y diplomático á la vez; pero en quien el pintor vale más, mucho más que el diplomático y que el conde. Los cuadros enormísimos de aquella divinizacion artística, llenan las paredes de toda la sala.

¡Farsa! exclamó con enojo el diplomático . Pero ya comprendo el juego. Lo mismo hace mi sobrina cuando quiere obligarme a que revele los secretos de Estado.

La respuesta no se hizo esperar, pues á los pocos días me invitó á ir á su casa á tomar una taza de te y á oir música. No desperdicié la ocasión y á las diez llegué á la calle de Astorg donde encontré una docena de personas de variadas condiciones, que iban desde el tenorino que cecea el francés, hasta el diplomático serio y desde la viuda joven un poco dudosa hasta la más auténtica.