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Actualizado: 17 de junio de 2025


El respetable diplomático parecía inquieto, y el señor Pulido iba y venía sigilosamente de uno a otro agujero, apretando los labios y moviendo la cabeza, con muestras también de alguna zozobra.

Admirablemente dotado para estas empresas, era aquel hombre un colosal genio de la intriga y un histrión inimitable para el gigantesco escenario de los partidos. Las circunstancias y el tiempo hiciéronle un gran intrigante; otra época y otro lugar hubieran hecho de él quizás el primer diplomático del siglo.

¡Demonio de contrariedad! dijo el diplomático, sacando su caja de tabaco y ofreciendo un polvo al ayo, después de tomarlo él . Lo siento... A nuestra edad nos gusta tener quien nos suceda y herede nuestras glorias para desparramar su luz por los venideros siglos. Vea usted la razón por qué me apresuré a reconocer a mi querida hija... ¡Ah!, Sr.

Pasaron días, y con ellos fueron creciendo las intimidades entre Julieta y el diplomático, hasta el punto de vérselos como la sombra y el cuerpo en calles, paseos y espectáculos; siendo de advertir que don Simón, no solamente lo consentía, sino que lo fomentaba con reiteradas atenciones hacia aquél, y con desmedidos elogios de sus prendas cuando de él hablaba en familia.

La noche en que le hizo saber que el gobierno, las Cámaras, el cuerpo diplomático y hasta los artistas de la Comedia Francesa estaban saliendo á aquellas horas en trenes especiales para Burdeos, su compañero le contestó con un gesto de indiferencia. Otras eran sus preocupaciones. Por la mañana había recibido una carta de Margarita: dos simples líneas trazadas con precipitación.

¡Qué vanaglorioso es usted! dijo el diplomático, superando en fatuidad a su amigo . Eso lo dice usted por obligarme a hablar, por obligarme a que revele... No: es secreto de Estado, del cual quizás depende la paz de España y de Europa; no saldrá de mis labios, ni soy hombre que cede fácilmente a las sugestiones de la imprudente amistad. Todo eso es pura farsa. Sepamos de una vez esos secretos.

Pasóseles por alto a todos los demás este pequeño incidente, distraídos con la negra pintura de la situación actual, que deliberadísimamente les hacía el peludo diplomático; sabía muy bien que eran el brazo derecho de los políticos de la Restauración las señoras de la grandeza, y tenía él a su cargo enardecer y dirigir el celo de tan ilustres conspiradores.

Dícese que cerca de Gallur los franceses han sido derrotados por Palafox, dejando en el campo de batalla 12.000 muertos y un número infinito de heridos. Los españoles les tomaron 48 cañones y 12 águilas.» ¡Hombre, magnífica victoria! exclamó el diplomático . ¿Pero qué dice aquí? ¡Oh, ésta que es gorda!: «Reus, 8 de junio.

Esperábase la Butrón la llegada del constipado, díjole así a su marido al mostrarle la carta, y entonces fue cuando el respetable diplomático descargó su berrinche sobre la pobre dama, prodigándole los dicterios que al comenzar este capítulo apuntamos.

Ese sin par diplomático, que tanta fama tiene en todas las Cortes de Europa, ha dado una prueba de caballerosidad poniendo su nombre a ese fruto de sus fogosidades juveniles, abandonado hasta hoy, y que en lo sucesivo descollará cual arbusto lozano en el pensil de la sociedad española... ¡Pero ese D. Diego!... ¿En dónde está D. Diego?

Palabra del Dia

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