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Actualizado: 17 de junio de 2025


Bajo esta impresión le dijo, pasados breves instantes de silencio: Pues volviendo a la pregunta con que me hizo el honor de saludarme, ha de saber usted que me sorprendió, tanto más, cuanto que estuvo a dos dedos de mi pensamiento. Naturalmente. Diplomático y periodista, ¡figúrese usted qué se me ocultará a ! No es esto decir que mañana precisamente... Es lo mismo, señor don Simón.

Indudable era para Butrón que la dama era una tramposa; pero lo que decía era en todo perfectamente verosímil y explicaba por completo la extraña visita de la policía. ¿Qué había ido, si no, a buscar en aquella casa?... Por otra parte, aquel repentino suceso aseguraba al partido la alianza de aquella mujer que dominaba al Madrid elegante con el poderoso imperio de la moda, y esto bastaba a las teorías del diplomático; detúvose, pues, de repente ante ella y díjole solemnemente: Es preciso hacer una manifestación ruidosísima, que levante el espíritu y sirva de protesta a este atropello...

«Impresiones muy buenas añadió el diplomático... . Ha empezado por ahuecar la voz, y por negarse a proponer la reconciliación. Pero mientras más cerdea ella, más claro veo yo que hará lo que deseamos. ¡Oh!, entiendo bien a mi gente. También esta tiene sus filosofías pardas, y a no me la da. Conozco las callejuelas de la naturaleza humana mejor que los rincones de mi casa.

Don Simón, que no había leído todavía la noticia que le citaba el Ministro, rindió en el fondo de su corazón un nuevo tributo de gratitud al incansable celo del diplomático, y respondió: Favor inmerecido que me dispensan. Justicia que se le hace a usted, amigo mío. Y aun me atrevería a asegurar a quién se la debe.

Todo para el hijo que andaba por el extranjero paseando su casaca dorada, y para ella, que había de buscar un marido, los regateos y estrecheces. ¡Armonías de familia!... En algunos países de América, él y sus compañeros se lamentaban de que un conductor de automóvil o un encargado de hotel ganase mayor sueldo que un diplomático.

Un diplomático, y diplomático soltero; un periodista que anunciaba su futura peroración y sus reuniones en proyecto, y un probable encomiador de ambas cosas en la prensa. Todo esto en una pieza y a sus órdenes. Porque ya le era indispensable echar el discurso y abrir sus salones.

Otra habría puesto en aquel caso unos morritos muy serios; ella no, porque fundaba su éxito en la perseverancia combinada con el cariño capcioso y diplomático. Entrando en un túnel de la Rioja, dijo así: «¿Apostamos a que sin decirme una palabra, lo averiguo todo?».

Y al compás de las oscilaciones de su dedo, comunicó el diplomático sus noticias alarmantes... El respetable Butrón no se conmovió ni pizca. ¿Acaso era él bobo?... Al tanto estaba de todos aquellos manejos; pero callaba, callaba y hacía la vista gorda, porque tenía la seguridad y su vanidad inmensa se la daba, en efecto de que el futuro gabinete no podría prescindir de su persona y sus servicios... En cuanto a Sabadell, era otra cuestión: habíase forjado ilusiones absurdas, que en el futuro orden de cosas era imposible realizar.

No se movió el monóculo de su órbita, pero un temblor ligero de sorpresa parecía rizar su luminosa convexidad. La doctora se apresuró á responder: El conde es un diplomático ilustre que está ahora con licencia, cuidando su salud. Ha viajado mucho, pero no es marino. Y continuó sus explicaciones. Los Kaledine eran una noble familia rusa de tiempos de la gran Catalina.

Mientras la joven se echaba a correr para alcanzar a su tío, la condesa se dirigió a la cubierta de cristales seguida por el diplomático, que iba mascullando su exordio. ¿Tienes que hablarme, Raúl? dijo la condesa. ¿Qué quieres? Yo también tengo que decirte algo.

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