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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Se acerca a los veinticuatro años y, aunque haya tenido muy pocos principios, siente la necesidad de aspirar a un fin. Es un mozo arreglado, muy elegante, y bastante agradable de aspecto; parece un joven diplomático, y, en efecto, es no qué cosa en el ministerio de Negocios extranjeros. Esto no le ocupa mucho tiempo.

Esta última palabra fue para la marquesa de Villasis un rayo de luz que le descifró el enigma: cruzó las manos con un gesto de ira, de sorpresa, de lástima profundísima, de compasión sin medida... ¡Luego era verdad, luego era cierto el chisme que varias veces había llegado hasta ella de que el noble Butrón, el leal caballero, el correcto diplomático, maltrataba con frecuencia a aquella esposa modelo, aquella ilustre señora, aquella débil anciana que sollozaba allí, ocultando la vergüenza de su marido en el fondo de su pecho, envuelta en su propia desdicha!...

Fijóse en mi, y al punto, llamándome por mi nombre, se me acercó con muestras de alegría por haberme encontrado. Era el diplomático. Gabriel me dijo con voz temblorosa y sin dejar de mirar hacia el sitio del tumulto , vas a hacerme un favor... ¡Los franceses! ¡Están ahí los franceses!

Verdaderamente, esto es un poco severo, tío; mi madre te condena a una existencia de cartujo decía riendo el diplomático en disponibilidad. El tío suspiraba, en realidad, a no dedicarse a las pastoras, de lo que le acusaba a veces su hermana, el excalavera no podía hacer de las suyas.

El duelista de la derecha: M. de Cassagnac; el de la izquierda: M. Perrin. La tribuna de la prensa estaba debajo de la del cuerpo diplomático. En la misma fila están las destinadas a la presidencia de la República, a los presidentes de la Cámara y Senado, a los miembros del Parlamento, etc: todos los dignatarios tienen su tribuna especial.

Continuó el besamanos y me saludaron también todos los miembros del cuerpo diplomático extranjero, entre ellos lord Tofán, el Embajador inglés, en cuyos salones de la Plaza Grosvenor de Londres, había bailado yo una docena de veces. A Dios gracias, el buen señor era medio cegato y no se dio por entendido.

Cuando me marché, el diplomático continuaba calentando los cascos al buen preceptor, que le ofreció algunos manjares y vino de Montilla para reparar sus fuerzas. Al salir de la casa, vi en la puerta de la calle a varios hombres, no de muy buena facha por cierto, uno de los cuales llegóse a , y tomándome por el brazo, me dijo: ¿Conoces a esa gente que acaba de llegar?

No hay para qué, no hay para qué se apresuró a responder don Simón, como si temiera comprometerse con la oficiosa espontaneidad del diplomático; el cual añadió inmediatamente: Y su apreciable familia de usted, ¿se divierte en Madrid? Pshé.... Como todavía no conocen el terreno bien, por más que tenga muchas y buenas relaciones...

Quedóse tamañito el señor Pulido ante el perfil de perro dogo de Bismarck que las palabras del diplomático evocaban sobre la mesa, y comprendiendo que se le recordaba con aquel elegante giro que el undécimo mandamiento de la ley de Dios es no estorbar, despidióse esta vez con el dedo índice muy plegadito, medrosico y esperanzado, mas no sin echar antes una ojeada furtiva al proyecto de tratado secreto con Alemania, que la extendida mano del diplomático parecía proteger contra todo amago de curiosidad.

Hallábanse ambos esposos en el despacho particular del diplomático, vasta pieza decorada en otro tiempo con severa magnificencia, pero sobre la cual habían pasado los años sembrando manchas y desconchones, sombras y deterioros que la larga cesantía del magnate no había permitido hasta entonces restaurar.

Palabra del Dia

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