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Actualizado: 25 de junio de 2025
¡Qué par de tórtolos! dijo . Te aseguro que me das envidia. Y Currita, con patética entonación, contestó desde la puerta: Verdaderamente que es un don del cielo no haber tenido en catorce años de matrimonio un solo disgusto. Fernandito acababa de llegar, y a la verdad que no eran sus trazas de haber estado rezando el rosario.
Cuando la tenía suspendida a media vara del suelo, sintió ruido en la puerta. Volvió la cabeza aterrado, y un grito ahogado de vergüenza se escapó de su garganta. A la puerta estaban Osuna, D. Martín de las Casas y D. Peregrín Casanova. ¡Ya cayeron los tórtolos! gritó D. Martín con voz estentórea. El P. Gil dejó caer de nuevo a la joven y retrocedió, mirándoles con ojos de espanto.
«Mira le dijo, echando lumbre por los ojos , yo puedo trabajar...; pediré un destino y me lo darán... ¡Qué inocencia! Y con lo que yo gane y algo que te darán Emilia y Miquis, viviremos tan ricamente. Sí, muy ricamente replicó Isidora con terrible ironía . ¡Miserias, harapos, suciedad, escaseces, privaciones! Guarde usted todo eso para los tórtolos simples que lo quieran.
El idilio se acentuaba cada día, hasta el punto de que la madre de Barbarita, disimulando su satisfacción, decía a esta: «Pero, hija, vais a dejar tamañitos a los Amantes de Teruel». Los esposos salían a paseo juntos todas las tardes. Jamás se ha visto a D. Baldomero II en un teatro sin tener al lado a su mujer. Cada día, cada mes y cada año, eran más tórtolos, y se querían y estimaban más.
Lo que Agapo no se atrevía a decir, es que él era el protector de aquellos amores contrariados, el correo de gabinete entre los dos tórtolos; su buen corazón no había podido resistir al ruego de Quilito... y a la propina de dos pesos por carta, enternecido ante la desgracia que separaba a sus sobrinos más simpáticos y que más quería.
Palabra del Dia
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