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Actualizado: 12 de julio de 2025


Los cocheros le trataban como al sentido común, es decir, inhumanamente: al verle con aquella estampa, ni se tomaban la molestia de aullarle con el brutal ¡jeeé! cuando le hallaban al paso, para indicarle que se apartara.

¡Ay, niña, niña! ¡Qué pena me da lo que te oigo! ¡Quién lo hubiera podido imaginar siquiera! Pues hay más todavía añadió Pepita . Logré que D. Luis me amase. Me lo declaraba con los ojos. ; su amor era tan profundo, tan ardiente como el mío. Su virtud, su aspiración a los bienes eternos, su esfuerzo varonil trataban de vencer esta pasión insana. Yo he procurado impedirlo.

Lo único que afeaba aquella figura hermosa e imponente, era cierta desproporción entre la cabeza y el tronco: era un poco cabezudo. Miguel se había quedado pequeñito y menudo: poseía en cambio una fisonomía expresiva y simpática, modales sueltos y un modo de hablar tan agraciado, que cautivaba a cuantos le trataban.

Cuidaba su ropa y sus libros, y sentía mucho que su autoridad no se extendiese a la cocina, tanto más cuanto que, a su juicio, el doctor comía muy mal. Tenía celos de los enfermos, del guarda, al que el doctor confiaba a veces misiones misteriosas; de cuantos trataban con su ídolo.

Este no contestó ni preguntó más sobre el asunto que trataban; acercóse á la dama, que se había apartado de él retrocediendo, y notó que lloraba. ¡Oh confusión de confusiones! Pero ¿qué tiene usted, señora? le dijo. Nada, nada, nada contestó con una graduación descendente. El último nada sólo lo oyeron los labios con que fué pronunciado.

Comprendí que trataban de engañarme, de hacerme creer que vivían cómodamente. Mira, Pepa: que le pongan a éste la cena. ¡Se come tan mal por esos caminos!... Mi tía, la joven y Andrés se retiraron al comedor. No tardaron en llamarme. La joven se presentó diciendo: Que ya está la cena.... Acaricié a mi pobre tía, y pasé al sitio donde me esperaban.

Milagros no ponía nunca los pies en la casa de su hermana, pues hacía algún tiempo que no se trataban. Hablando de la marquesa, solía doña Tula designarla con alguna reticencia; pero sin pasar de aquí. María estaba casi siempre, y todos se encantaban con ella, mimándola.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

Filipinas tuvo desde sus primeros días los suyos, que trataban con los Reyes y el Papa de las necesidades del país; los tuvo en los momentos críticos de España, cuando ésta gemía bajo el yugo napoleónico, y no se aprovecharon de la desgracia de la Metrópoli como otras colonias, sino que estrecharon más los vínculos que las unían á la Nación, dando pruebas de su lealtad; continuaron hasta muchos años después ... ¿Qué crimen han cometido las Islas para que así se las prive de sus derechos.

Quien habló con él fue una mujer que entraba a verle con frecuencia y que le traía y llevaba recados de la señora doña Inés López de Roldan, sin duda para los negocios y obras de caridad que ellos trataban y hacían juntos. La interlocutora de don Andrés, ya comprenderá el lector que fue Serafina.

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