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Me enfada esta niña con su inocencia y su cara bonita. Parece que se la pone al lado como un escudo contra ... Es fatalidad esta; las pocas veces que la cojo sola, no adelanto nada. Si le digo cualquier reticencia delicada, se hace la tonta. Evita el encontrarse sola conmigo, y ahora trae siempre a rastras al espantajo angelical de su hermana para asustarme».

Así es que la reticencia era su fuerte, y con un interrogante, unos puntos suspensivos y un gesto de «¡qué pillo soyresolvía todas las cuestiones, arrancaba á su placer las carcajadas al auditorio y enredaba á sus convecinos cada día en un berenjenal de pleitos y rencillas, extraviándoles más y más la justicia con lo vago de sus maliciosos pareceres.

Tan pronto pensaba que no le quería ni pizca, como que le empezaba a querer, y todo era discutir y analizar palabras, gestos y actos de ella, interpretándolos de una manera o de otra. «¿Por qué me dijo tal o cual cosa? ¿Qué querría expresar con aquella reticencia?... Y aquella carcajadita, ¿qué significaba?... Ayer, cuando me abrió la puerta, no me dijo nada... Pero cuando me marché díjome que me abrigara bien».

Pues yo, que jamás he tratado de evadirme de las consecuencias de un asunto semejante dijo Bozmediano con mucha energía; yo, que no me dejo castigar de nadie, ni he permitido que jamás hombre alguno pronuncie contra una voz injuriosa, una reticencia, una alusión cualquiera, voy ahora á explicarme con usted en esta cuestión, esperando que se convenza y retire todo eso que ha dicho usted al entrar aquí.

Después de esta reticencia, que por lo terminante parecía hija de una convicción profunda, siguió contemplando y admirando su belleza. Estaba orgullosa de sus ojos negros, tan bonitos que, según dictamen de ella misma, le daban la puñalada al Espiritui Santo.

Tiene usted razón, y lo que siento ¡qué cuña!, es que no viera en mi reticencia una broma... Me parecía a que el asunto, por tratarse de una persona de la familia de usted y por iniciarlo yo, no era para bromear. Rubín creyó o aparentó creer, y puso la atención más filosófica del mundo en lo que su amigo siguió diciendo sobre materia tan importante.

Es Salustio, el pintor del Africa y del desierto» . Y en la reticencia de su orgullo, eso quiere decir: «Es Sarmiento el pintor de la América y de la Pampa», o bien: «lo que han de ver en él los argentinos es sólo «un libro pintoresco»; libro inmortal e imaginario, y no la verdadera historia de un caudillo cuya obra real fué tan efímera, y cuya belleza legendaria sobrevive, precisamente, gracias a estas páginas perdurables.

Había cobrado Ferpierre tal afecto a la persona de la difunta al leer su historia, la veía tan noble y pura, sentía en todas las páginas de aquella confesión una sinceridad tan ingenua, que el sentido de la reticencia aparecía naturalmente justificado. «Tenía miedo de pensar.

El que era simpático se hace indiferente, concluyendo por ser antipático, y en tal estado, una mirada, una palabra, una reticencia, un cambio de servilleta ó de asiento y ... adiós educación y miramientos sociales. Esto con el que fué simpático, pues con el que no lo fué, los disgustos son inevitables.

Milagros no ponía nunca los pies en la casa de su hermana, pues hacía algún tiempo que no se trataban. Hablando de la marquesa, solía doña Tula designarla con alguna reticencia; pero sin pasar de aquí. María estaba casi siempre, y todos se encantaban con ella, mimándola.