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Sus largos cabellos de color rubio claro brillaban como rayos de sol, y en sus ojos límpidos y francos, que se iluminaban con una llama jovial para tomar en seguida una expresión soñadora y tranquila, había un mundo entero de ternura y de bondad. Se unió desde entonces con verdadera pasión, al hermano que durante tanto tiempo lo había descuidado.

No se mostró ofendida de su confesión de amor, ni había dudado de la existencia de éste. Los falsos pudores, las hipocresías del sentimiento le eran desconocidos. «¿Me creerá usted, así como yo le creole había preguntado. Estaban en la montaña, en el bosque de Comte: más allá de las pendientes frondosas se dibujaban límpidos y tersos el lago, los montes, los paisajes, en la luz deslumbrante.

Marta, con la cabeza apoyada en el regazo del joven y la cara vuelta al cielo, hacía rodar sus grandes y límpidos ojos continuamente por la bóveda azul, con el oído atento a los graves rumores que debajo de ella sonaban. El viento fresco del mar no había conseguido aún apagar el ardor de sus mejillas. ¡Atiende! dijo de pronto . ¿No oyes?... ¿Qué?

Todo lo que le rodeaba era magnífico, rico y bello; desde el techo, de madera ensamblada, pintada y dorada, hasta el pavimento, cubierto de una alfombra de terciopelo, las tapicerías, los cuadros, los cortinajes, los muebles, las arañas de cristal de Venecia, los espejos con marcos de plata cincelada, las mesas cargadas de bujerías preciosas, aquella otra mesa con riquísimos manjares servidos en vajilla de oro, y lo que alegraba la malicia de Quevedo, con el escudo de arma cincelado de la casa de Lemos, las viandas exquisitas, los transparentes y límpidos vinos generosos en costosas y raras cristalerías; el fausto, el brillo, la nobleza por todas partes, y en medio de esto, viviendo para él solo, hermosa para él solo, enamorada para él solo, una mujer engalanada con un tesoro de joyas y del alhajas, semejante á un sueño, noble por su cuna, distinguida por su talento, envidiada por hermosa y esquiva, sensible, poética, valiente, obstinada, en lucha con él, todo esto mareaba á Quevedo, le aturdía, le adormecía, le fascinaba.

La silueta de los lejanos bosques, le hacía pensar en el asunto de los deslindes y de pronto se decía, no sin una secreta satisfacción, que entre los usuarios de Val-Clavin estaba una cierta viuda, de serenos y límpidos ojos, de cabellos castaños que le caían en graciosos rizos sobre las sienes, en compañía de la cual había pasado una agradabilísima velada.

Lo que yo pido para mi hijo exclamaba es que le gusten las artes y encuentre una mujer como . ¡Entonces vale la pena el haber nacido! El pequeño Mario tenía ya cerca de cuatro años. Era un niño fresco, sonrosado, con grandes ojos suaves y límpidos y una boca de cereza plegada siempre por sonrisa angelical.

La prendera quedó suspensa; vaciló un momento, pero viendo aquel rostro infantil cubierto de rubor, viendo sus ojos azules y límpidos como los de un querubín resplandecientes de gratitud, le entregó la mano sonriendo de la humildad y la inocencia de aquel niño. ¡Qué cordero de Dios! murmuró la buena mujer mientras sentía su mano mojada por las lágrimas de Godofredo.

Isabel, en cambio, se mostraba cada vez más amable y afectuosa con él y con todo el mundo, particularmente con él. Estaba rodeada de pollos que la incensaban sin descanso. A todos contestaba con la misma sonrisa candorosa, enloquecedora. Si a alguno distinguía, era a Villa, en quien posaba a menudo con amorosa expresión sus grandes ojos inocentes y límpidos.

Priscila. dijo Nancy devolviéndole el apretón de manos y dirigiéndole una mirada agradecida de sus ojos límpidos , eso no será una compensación para Godfrey; una lechería es poca cosa para un hombre; yo estaría contenta con lo que tenemos si él lo estuviera también.

Debajo de sus líneas correctas y firmes se adivinaba un espíritu altivo, sin ternura. Aquellos ojos azules no eran los serenos y límpidos que sirven de complemento adorable a ciertas fisonomías virginales que pueden admirarse alguna vez en nuestro país y más a menudo en el norte de Europa. Estaban hechos, sin duda, para expresar un tropel de vivas y violentas pasiones.