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Actualizado: 18 de junio de 2025


En sus ojos límpidos, húmedos, brillaba siempre la sonrisa dulce y resignada de los seres que han nacido para víctimas. Había en tal adorable criatura algo de cordero y mucho también de paloma, como si estos dos animales hubiesen cedido de buen grado el uno su resignación, el otro su inocencia, para formarle. Godofredo Llot no era un muchacho de estos tiempos, como decía muy bien D.ª Rafaela.

El acento rencoroso, la voz dura con que dijo estas palabras, le sorprendieron, como si procediesen de otra boca. La enfermera lo miró con sus ojos límpidos, agrandados, serenos, unos ojos que parecían libres para siempre de las contracciones de la sorpresa y del miedo. La respuesta se deslizó con la misma limpieza que la mirada. Es Laurier... Es mi marido.

La ingenuidad suele parecerse al descaro, y sólo el candor de aquellos ojos límpidos que se clavaban en él pudo hacer que el viajero distinguiese entre ambas cosas. ¿No quiere usted algo más? murmuró . ¿Desayunarse? ¿Café o chocolate? No, no... lo que es por ahora, no siento apetito. Pues espéreme en el coche. Voy a arreglar el asunto de su billete de usted.

Dentro, impenetrables misterios, medrosas tinieblas, luto y espanto; fuera, límpidos horizontes, aires purísimos, melancólicas armonías, luz, perfumes, espacios sin fin y caricias eternas de una mar bravía que viene sumisa y obediente á besar los pies del coloso, cual besan los blancos copos de las altas nubes su altanera cabeza. Dentro, la noche sin fin; fuera, el día sin crepúsculos.

, el cura y dos amigos de mi padre. Nos instalamos en el salón en espera de nuestros invitados y pronto apareció mi tío acompañado del comandante de Couprat, al que me presentó. ¡Dios mío, qué aspecto tan simpático, el del comandante! Sus ojos eran límpidos como los de un niño y sus cabellos y bigotes blancos como nieve.

Provenía éste principalmente de sus grandes ojos negros expresivos: el alma se asomaba a ellos reflejando las más leves y fugaces emociones; ora ardían con fuego malicioso revelando la pasión recóndita, insaciable, ora se aquietaban extáticos, límpidos, en arrobo místico; ahora brillaban alegres y bulliciosos, enseguida melancólicos, tan pronto secos como húmedos, tan pronto tiernos como iracundos.

Y saltaron á su memoria de improviso los instantes felices de aquellos amores serenos y límpidos como los pensamientos de la infancia, desde aquella tarde en que su manecita blanca le arrojó una rosa de Alejandría, estando en el jardín, hasta la noche reciente en que aquella misma mano le dió un pellizco, mientras su dueño le decía al oído: «¿Qué tienes?

«Imagínate un hombre que hubiera vivido muchos años en la obscuridad de un calabozo, y que de pronto, cuando tenía perdida toda esperanza de libertad, le sacaran a la luz. ¡Cómo amaría la claridad del cielo, los celajes veladores, los horizontes límpidos y serenos! Pues así te amo yo, así, ni más ni menos.

Palabra del Dia

rigoleto

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