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SANCHO. Magnánimo señor, a quien las frentes Humillan estos montes coronados De nieve, que bajando en puras fuentes, Besan tus pies en estos verdes prados: Por consejo de Nuño y sus parientes, En tu valor divino confiados, Te vine a hablar y te pedí licencia, Y honraste mi humildad con tu presencia.

Los hijos de Dios se abrazan y besan en la mejilla, murmurando: «Salud, hermano; salud, hermana; el Señor sea con nosotros.» Y , hermana mía prosiguió, tomando en sus manos el joyel con el retrato y mirándolo con el rostro descompuesto por la piedad y la amargura , ¿dónde estás, en qué oscura mazmorra te encerré, a ciegas, que no doy con la entrada, aunque sangran mis pies de tanto caminar y mis manos de tanto tropezar a tientas?

Con las mejillas encendidas y los ojos brillantes de entusiasmo todos la colman de bendiciones, todos piden al cielo dicha interminable para la caritativa señorita. Las mujeres más atrevidas se abalanzan a ella y le besan las manos, los hombres agitan sus sombreros y de sus gargantas salen hurras y vivas que estremecen gozosamente el recinto.

Un poco asustada, la nena besó también a su madre, sin efusión de cariño, y como besan a cualquier persona los chicos obedientes, cuando se lo manda la maestra. «¡Ay, qué mala he sido! exclamó la enferma, también sin efusión, como quien cumple un trámite... . Niña de mi alma, bien haces en querer a la señorita más que a , porque yo he sido más mala que arrancada, ¡re...!». Atravesósele el vocablo, y ella hizo como que escupía algo.

¡Patria! ¡Patria bendita, ramo de flores, que besan con sus ondas los roncos mares! Ya que fuiste la cuna de mis amores, ¡Oh! también la tumba de mis pesares. Noviembre 1898. BAJO LAS CA

No se le olvide a vuestra pomposidad de escribirme, que yo tendré cuidado de la respuesta, avisando de mi salud y de todo lo que hubiere que avisar deste lugar, donde quedo rogando a Nuestro Señor guarde a vuestra grandeza, y a no olvide. Sancha, mi hija, y mi hijo besan a vuestra merced las manos. La que tiene más deseo de ver a vuestra señoría que de escribirla, su criada, Teresa Panza.

Un cuarto de hora después, bajan al templo de la danza esplendorosas, radiantes, cubiertas de seda, de gasas y de flores, todo a costa del Estado, y más brillantes que los ángeles, las hadas y las huríes de nuestros sueños. Los ministros y los príncipes les besan las manos y se manchan sus irreprochables trajes negros con el albayalde que ellas llevan en los brazos.

Hace más de ocho años que soy catedrático, continuó el P. Fernandez paseándose, y he conocido y tratado á más de dos mil y quinientos jóvenes; les he enseñado, los he procurado educar, les he inculcado principios de justicia, de dignidad y sin embargo, en estos tiempos en que tanto se murmura de nosotros, no he visto á ninguno que haya tenido la audacia de sostener sus acusaciones cuando se ha encontrado delante de un fraile... ni siquiera en voz alta delante de cierta multitud... ¡Jóvenes hay que detrás nos calumnian y delante nos besan la mano y con vil sonrisa mendigan nuestras miradas! ¡Puf! ¿Qué quiere usted que hagamos nosotros con semejantes criaturas?

Los cuerpos de los santos o sus reliquias llevan los reyes sobre sus hombros, besan los pedazos de sus huesos, adornan y enriquecen con ellos sus oratorios y sus más preciados altares... ¿Qué quieres que infiera, Sancho, de todo lo que has dicho? -dijo don Quijote.

Las pasiones están adormecidas, los odios descansan, los temores desaparecen, los partidos rivales marchan como hermanos cogidos de la mano, los enemigos se besan en la plaza pública. Esos hermosos días son como un alto preparado de etapa en etapa en un camino sangriento. Altos parecidos se encuentran en la vida más agitada y más desgraciada.