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Eres tan hermosa, que puedes ambicionar cuanto se te antoje. Y don Andrés no es un usía desabono como el de la copla; es una persona inteligente, estimada y respetada por todos: mejor y mucho más joven que yo. Será todo lo que quieras; mas para eres el más inteligente, el más joven y el más guapo.

Esa copla da la clave, usted me lo ha hecho notar. Sinceramente creo que es así, pero la cuestión es descubrir el arreglo conveniente de las cartas declaré agitado y sin aliento. Justamente observó Reginaldo con tristeza. En eso está la ingeniosidad de la cifra.

A fines del siglo XVIII y á la primera mitad del XIX, el tipo del hermano campanillero era popularísimo en Sevilla y el nombre de alguno de ellos ha pasado á la posteridad, como ocurrió con el llamado Felipe Batato, de quien decía la copla: «Si lo llaman pa ir al rosario dice que está enfermo, que no puede ir; si lo llaman pa i á la taberna, dice que se esperen, que se va á vestir

Don Pompeyo sentía escalofríos. ¡Qué degradación! Meditaba y veía dos Orgaz hijo sobre la mesa. Me han embriagado con sus herejías... quiero decir... con sus blasfemias... dijo al Marquesito, que callaba, pensando que todo aquello era muy soso sin mujeres. Joaquín gritó: Allá va una a la salud de don Pompeyo. Y comenzó una copla impía y brutal alusiva a una sagrada imagen.

Pero, ¿quién podrá describir sino superficialmente danzas y melodías, cuando la postura, el movimiento y la expresión, que es lo que constituye su esencia y principal encanto, son indescriptibles? Las seguidillas se componen de siete versos, ya de siete, ya de cinco sílabas, y se dividen en una copla de cuatro y un estribillo de tres.

Nunca conocí qué es miedo; todo cuanto quiero puedo, aunque quiera lo imposible, y en todo lo que es posible mando, quito, pongo y vedo. Acabó la copla, disparó una flecha por lo alto del castillo y retiróse a su puesto.

Y sin embargo, días andando, me salió con la misma copla nada menos que el docto y experimentado señor de la torre de Provedaño. ¿Se equivocarían todos ellos, rústicos y civilizados, al coincidir tan exactamente como coincidían en una misma idea? ¿Trataría yo de curarme en sana salud, sin darme cuenta de ello, cuando me consideraba en lo cierto creyendo todo lo contrario de lo que ellos creían?

La copla y la voz, levemente bronca y temblorosa, de la hermana me hicieron una impresión tan viva, que sentí removidas todas las fibras de mi corazón, me pasó un frío extraño por el cuerpo y las lágrimas se me agolparon a los ojos, costándome gran trabajo no darles salida.

Cuando yo más la quería... Rafael no pudo oír más. La poesía popular le arañaba el alma con su ingenua tristeza. Rompió a llorar con gemidos de niño, como si la copla fuese su historia: como si la hubiesen compuesto luego de ser despedido él de aquella reja, donde estaba la felicidad de su vida. ¿Oyes, Fermín? dijo entre suspiros. Ese, soy yo. Me ocurre lo que al pobresito de la copla.

Se adorna con la sangre que el querindango de su tío chupa de los pobres. Y de las rejas de las Claverías altas, que daban sobre los tejados, salía siempre alguna voz entonando la antigua copla, inspirada sin duda por el jardín de la catedral: Las amas de los curas y los laureles, como nunca dan fruto siempre están verdes.