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Actualizado: 9 de junio de 2025


Pero otras veces, las más, era el recuerdo de sus sueños de niño, precoz para ambicionar, el que le asaltaba, y entonces veía en aquella ciudad que se humillaba a sus plantas en derredor el colmo de sus deseos más locos. Era una especie de placer material, pensaba De Pas, el que sentía comparando sus ilusiones de la infancia con la realidad presente.

Acercáronse y vieron, efectivamente, que á la sombra de aquellos árboles había el sitio más apetecible y delicioso que podría ambicionar una pluma para pasar sus días.

Pero, a pesar de mi ambición, os amo, madre mía; no... yo no quiero sino ser vuestro hijo. ¿Qué me importa un nombre? Mi corazón es tan grande como él de un rey... ¿Qué noble ha doblado nunca mi brazo? AZUCENA. , . ¿A qué ambicionar más? MANRIQUE. Aún no viene. AZUCENA. Pero sin embargo, estás muy triste... ¿Te devora algún pesar secreto? ¿Sientes haber nacido de unos padres humildes?

La boca se le hizo agua: aquella excomunión le hacía cosquillas en el alma: ¡qué más podía ambicionar! En seguida pensó en tomar una postura moral digna de las circunstancias. Nada de aspavientos, nada de protestas. Se contentó con decir : El señor obispo no tiene derecho de excomulgar a quien no comulga; pero venga en buen hora la excomunión... y ahí me las den todas.

Los diferentes incidentes de este día reuniéndose en mi espíritu acababan de probarme hasta qué punto era indigno de la mano y del corazón que osaba ambicionar. Esta unión sería monstruosa, y sin embargo, pronto comprendí que no podía usar para romper su intento de las armas que la casualidad acababa de proporcionarme.

El emperador de Austria, caballero muy cabal, de gusto delicado, con cuantiosas rentas propias, edil á la antigua sin ambicionar ya nada, y si no Herodes hebreo, porque gusta de los niños y no los mata, nuevo Herodes Atico, porque hermosea á Viena con monumentos magníficos, dicen que se gasta en el teatro más de 500.000 florines al año, lo cual sube por cima del referido millón de pesetas.

La gratitud que hacia Feijoo sentía, era más viva aún que antes, y habría deseado que la vida que con él llevaba continuase, pues aunque algo tediosa, era tan pacífica que no debía ambicionar otra mejor. «Si dura mucho esto, ¿llegaré a cansarme y a no poder sufrir esta sosería?

De aquí el dolor y el punto de partida de las sospechas de don Braulio. Si don Braulio no hubiera amado a su mujer; si hubiera creído este anhelo un capricho irracional, quizá le hubiera importado poco de todo; pero don Braulio la amaba, y además, según su modo de considerar las cosas de la vida, doña Beatriz tenía razón de sobra para ambicionar.

Ya no podía concebir el resto de su vida sin el amor y la total posesión de la doncella. ¿Para qué soñar, ambicionar, afanarse, si no lograba la caricia que acababa de escapar a su ansia? ¿Qué era el mundo y sus loores sin aquella victoria? ¿Cómo soportar que otro hombre?... Su ensueño amoroso oscilaba entre el arrobamiento y las fiebres impuras.

Porque tienes en perspectiva todo lo que se puede ambicionar. Puede ser... murmuró María Teresa, distraída. Su mirada erraba por el salón; de pronto, designando sobre una consola Luis XV, un jarrón de cristal verde incrustado de oro, que sostenía un gran ramo de violetas de Parma, exclamó: ¡Mira qué linda copa!... Juan acaba de mandármela de Bohemia.

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