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Resta ahora, señor Corregidor, decir a vuesa merced, si es posible que yo sepa decirlas, las bondades y las virtudes de Costancica. Ella, lo primero y principal, es devotísima de Nuestra Señora; confiesa y comulga cada mes; sabe escribir y leer; no hay mayor randera en Toledo; canta a la almohadilla como unos ángeles; en ser honesta no hay quien la iguale.

Ya ha estado en la iglesia; comulga los jueves y los domingos y trae una soga atada al cuerpo. ¿Quiere V. verla? Y el gran bárbaro se fue derecho a su prima, con intención sin duda de abrirla el vestido. ¡Estate quieto, Adolfo! exclamó aquélla, asustada, nerviosa. Pero Adolfo no hizo caso y llegó a poner las manos sobre ella.

La boca se le hizo agua: aquella excomunión le hacía cosquillas en el alma: ¡qué más podía ambicionar! En seguida pensó en tomar una postura moral digna de las circunstancias. Nada de aspavientos, nada de protestas. Se contentó con decir : El señor obispo no tiene derecho de excomulgar a quien no comulga; pero venga en buen hora la excomunión... y ahí me las den todas.

Es delito tan inmenso Que hay vida y hay muerte en ellos. Huyen los que celebran el banquete; Baltasar cae en tierra anonadado, y la Muerte lo acaba, exclamando: ¡Al que vasos profana Divinos, postra severo; Y el que comulga en pecado Profana el vaso del templo! A la conclusión se nota el enlace que tiene este auto con el Sacramento, objeto de toda la obra dramática: LA IDOLATRÍA.

Señorito, la señorita Marcelina, ahí donde usted la ve, se confiesa y comulga tan a menudo, y es tan religiosa, que edifica a la gente. Quedóse don Pedro reflexionando algún rato, y aseguró después que le agradaba mucho, mucho, la religiosidad en las mujeres; que la conceptuaba indispensable para que fuesen «buenas». Con que beatita, ¿eh? añadió . Ya tengo por dónde hacerla rabiar.

Confiesa y comulga todas las semanas, y oye misa siempre que puede. Yo la dejo mientras no falte a las obligaciones de casa, que como V. sabe, son lo primero. Pero para ser monja, D. Miguel, se necesita un dote, y nosotros no podemos dárselo. Valentín estaba empeñado en hacérselo de su bolsillo, pero yo me opongo. Cuando las cosas no se pueden, hay que resignarse.

El Jueves Santo se celebra la misa con mucha solemnidad, en la que regularmente comulga el cabildo, y después se lleva el Santísimo Sacramento en procesión alrededor de la iglesia, y se pone en el monumento; el que, aunque de bastidores de lienzo mal pintados, es vistoso en algunos pueblos, y en todos se adorna con las alhajas de plata que hay, con muchas luces, aunque las más son velas de sebo.

Pues yo digo que no. ¡Nadie comulga en Francia antes de los catorce años... lo menos! Pero como estamos en España...

Ahora confiesa todas las semanas y comulga todos los domingos, y por eso no gusta de ver a las gentes que la han conocido en tiempos en que, más que ir a misa, agradábale acudir a una cita. Poco deseoso Delaberge de sostener una conversación que comenzaba de este modo, hizo ademán de proseguir su camino, cuando la Fleurota, poniéndose en pie, añadió sonriendo con malicia.