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Actualizado: 18 de mayo de 2025


¡Lo ve usted, condesa! exclamó Salabert en tono triunfal dirigiéndose a la condesa de la Cebal . Cuando tienen humor para cantar, no serán tan desgraciados como usted supone. La condesa calló un instante, y dijo al cabo sonriendo tristemente: La copla no es muy alegre, duque. Esto se hablaba en el compartimiento superior.

Después de dicho esto, el clérigo da un paseo por la estancia con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y se asoma distraídamente a una ventana tarareando una copla. ¿He de decir la verdad? Azorín no tiene interés en defender a Voltaire y Rousseau; casi estima más a este clérigo ingenuo y jovial que a los dos famosos escritores.

Lo que yo digo repuso Manuel es que no digo nada. Esa no pasa. Si has de estar callado, vete a la iglesia. Echa un brindis y espabílate. Manuel tomó un vaso de mistela, y dijo: Brindo por los novios, por los amigos, por nuestro comandante y por la resurrección de San Cristóbal. ¡Viva el comandante, viva el comandante! gritó todo el concurso ; y , Manuel, que lo sabes hacer, echa una copla.

No hay la menor duda de que este Monarca fué también uno de los muchos adoradores de la bella María: en una copla burlesca, que cita la condesa d'Aulnoy, se dice muy clara y socarronamente: Un fraile y una corona, Un duque y un cartelista, Anduvieron en la lista De la bella Calderona.

Fui el primero que introdujo acabar las coplas como los sermones, con «aquí gracia y después gloria», en esta copla de un cautivo de Tetuán: Pidámosle sin falacia al alto Rey sin escoria, pues ve nuestra pertinacia, que nos quiera dar su gracia, y después allá la gloria. Amén. Estaba viento en popa con estas cosas, rico y próspero, y tal, que casi aspiraba ya a ser autor.

Los ¡oles! y los ¡bravos! y los requiebros de toda clase resonaron en la taberna. Á la embriaguez del vino sucedía la del arte, más noble y delicada. ¡Venga otra, Paquilla! ¡Bendita sea la hora en que tu padre se dió un coscorrón con la reja de tu madre! Paca, orgullosa, sonriendo levemente, dejó volar otra copla.

Yo sentí un vivo escalofrío, un fuerte estremecimiento, como si hubiera tocado en el botón de una máquina eléctrica. Aquella nota se fue apagando, hasta que murió en su garganta como un blando suspiro. Luego cantó rápidamente y con brío los dos primeros versos de la copla y guardó silencio. ¡Olé, mi niña! ¡Bueno! ¡Viva tu salero! gritaron algunas voces.

Á mi me gusta, me gusta entrarme por las tabernas. ¡Vengan cañas de Sanlúcar! Mas apenas había salido de sus labios la última palabra de la copla cuando oyó un grito extraño que llegaba del fondo de la tierra por un respiradero que la empresa de las minas había abierto en el prado. Por cierto que el tal boquete le había valido á su abuela más de trescientos reales.

Poseía también una voz fresca y suavísima y cantaba y tocaba la guitarra con tal primor que pocos la aventajaban en el reino de Andalucía. En Cádiz era conocida y estimada por esta habilidad, aunque pocas veces se lograba oirla desde que se había casado. Sólo entre amigos y después de hacerse rogar tomaba entre las manos el guitarrillo y echaba al aire una copla.

Gloria, sin pestañear, la mirada fija y abstraída, los rasgos de su fisonomía levemente alterados, como le acontece a quien pone en el canto buena parte de su alma, concluyó la copla, bajando la voz hasta convertirla en murmullo vago, gorjeo suave que, al morir, asemeja un sollozo.

Palabra del Dia

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