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Actualizado: 18 de mayo de 2025
¿Y no tiene la clave? sonrió el viejo marino, de rostro endurecido por las inclemencias del mar. ¡Ninguna... salvo que la clave esté oculta dentro de esa rima! exclamé, ocurriéndoseme, por primera vez, este extraño y rápido pensamiento. Y de nuevo repetí en alta voz la copla. Mi corazón dio un salto. ¿Sería posible que arreglando las cartas en el orden siguiente pudiera leerse el registro?
«Luego adelante iva un gran Castillo que dezian la Rueda, é una Torre alta en medio, é otras cuatro torres á los cantos, é la de enmedio era foradada fasta ainso, é enmedio iva una Rueda muy grande en que ivan quatro donzellas, é en cada una la suya que dezian que eran las quatro virtudes, Justicia, é Verdad, é Paz, é Misericordia, é en cima de la gran Torre de medio estava un assentamiento de silla, é iva en ella sentado un Niño vestido de paños Reales de Armas de Aragon é una Corona de oro en la cabeça, é en la mano una espada desnuda de la baina, que parecia Rey é estava quedo, que non se movia de suso de sus pies, la rueda se movia, é las Donzellas ivan en ellas dezian, que eran á significanza de los cuatro que demandavan los Reynos de Aragon, é las quatro Virtudes ivan en las Torres, que ivan vestidas de paños blancos de Sirgo broslado de oro, é cada una de aquestas iva cantando á Dios todos loores del Señor Rey é de la ecelente fiesta, é cada una dezia una copla, que yo torné en palabras Castellanas; la primera dixo, que era Justicia, que ella encomendava, é la segunda, que era Verdad, la cual cantando dixo que ella avia, é era en su poder, la tercera Paz loava en su canto su paciencia é por ende mucho le ensalçava, la quarta era Misericordia que mucho lo loava por misericordioso é por Sabio é discrepto é muy sesudo; é Justicia llevava una espada en la mano, é Verdad llevava unas balanças, é Paz unas Palmas é Misericordia llevava un cetro.»
Habiendo sucedido a esta copla otra que verdeaba, la tía María se acercó a Stein y le dijo: Don Federico, el vino empieza a explicarse; son las doce de la noche, los chiquillos están solos en casa con Momo y fray Gabriel, y me temo que Manuel empine el codo más de lo regular; el tío Pedro se ha dormido en un rincón, y no creo que sería malo tocar la retirada.
La batalla de Lácar no hizo más que enriquecer el repertorio de las canciones de la guerra con una copla que más que para soldados parecía escrita para el coro de señoras de una zarzuela, y que decía así: En Lácar, chiquillo, Te viste en un tris, Si don Carlos te da con la bota Como una pelota, Te envía a París.
Crece el alboroto y la conversación; roncas ya las voces piden versos y décimas, y no hay más poeta que Fígaro... ¡Es preciso! ¡Tiene usted que decir algo! exclaman todos. Désele pie forzado; que diga una copla a cada uno. Yo le daré el pie: a don Braulio en este día. ¡Señores, por Dios! No hay remedio. En mi vida he improvisado. No se haga usted el chiquito. ¡Me marcharé! ¡Cerrar la puerta!
Dejé resbalar mis lágrimas por las mejillas sin cuidar si me miraban. Gloria volvió a entonar otra copla, y luego otra, y luego otra. No se cansaban de pedirle más, y ella de complacerles. Un suceso inesperado vino a destruir el arrobamiento en que todos estábamos.
»Fuí el primero que introduxo acabar las coplas como los sermones, con aquí gracia y después gloria, en esta copla de un cautivo de Tetuán: Pidámosle sin falacia Al alto Rey sin escoria, Pues ve nuestra pertinacia, Que nos quiera dar su gracia Y después allá la gloria. Amén. »Estaba viento en popa con estas cosas, rico, próspero y tal que casi aspiraba ya á ser Autor.
Yo estaba, sin embargo, decidido a efectuar dos cosas: primero, recuperar el objeto más precioso del millonario, el cual me lo había legado junto con la orden expresa de recordar esa copla extraordinaria, que se había impreso en mi mente; y segundo, hacer averiguaciones secretas sobre este extranjero desconocido, que tan repentinamente había aparecido tomando parte en el asunto.
Un himno, un cantar, una mera copla, donde el autor muestra su amor, su veneración, su ira, o donde nos trasmite la expresión que del mundo exterior recibe, o donde expresa sus deseos, temores o esperanzas, se llama poesía lírica: y se llama épica cuando cuenta el poeta batallas, lances de amor y fortuna, sucesos, en fin, de la vida de los hombres.
Que se inaugura el edificio de las escuelas, copla al canto; que llegó el diputado del distrito a tomar baños, serenata y coplas; que D. José el Estanquero monta un servicio de ómnibus a la capital, coplita laudatoria a D. José el Estanquero.
Palabra del Dia
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