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El canto de su querido le producía siempre efecto extraño que jamás se pudo explicar: la entristecía, le daba miedo; se ponía pálida, y siempre que era posible se escurría para no oirlo. Y no porque el guapo cantase mal, al contrario: sin poseer una gran voz, era extremado por su estilo para las seguidillas gitanas y soleares.

En algunos patios se tocaba la guitarra y se cantaban alegres malagueñas o peteneras, de notas prolongadas, melancólicas, coreadas por los «¡olés!» y el palmoteo del concurso. En otros, una o dos parejas de niñas bailaban seguidillas.

El guitarrista y la cantaora que habían traído consigo no daban paz á los cantos de la tierra, malagueñas, seguidillas, polos, soleares, aunque sólo tres ó cuatro más filarmónicos los escuchasen en silencio. Pepe de Chiclana tuvo una idea feliz. ¡Que bailen los novios! gritó. Este grito halló eco en seguida entre los invitados. Eso está bien dicho. ¡Que bailen!

El primero dijo en un romance referente a los bailes del vulgo: «Suéltales las seguidillas y a ejecutor de la vara, y a la capona, que en llaves hecha castradores anda

Veinte años antes, Simón Cerojo no se hubiera fijado siquiera en estos imponentes detalles, y hubiera caminado impávido a la misma hora y por el mismo sendero, entonando unas seguidillas, a pesar de la lluvia y del frío. Pero la vida regalona y el apego a las comodidades del rico Peñascales, habían enervado los bríos y arrugado el corazón del apuesto cortejante de la arisca Juana.

González de Salas, Ilustración á la Poética de Aristóteles, sección 8.ª Colección de las mejores coplas de seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar á la guitarra, por D. Preciso: Madrid, dos tomos. Tomo I, página 12. Poesías de Francisco de Quevedo: Bruselas, 1670, tomo III, pág. 233.

Doña Leoncia empezó á reír con mucha gana; y el buen Carrascosa, que no estaba dispuesto aquel día á ponerse serio, se serenó y concluyó por reírse también. Mira que esta tarde voy con doña Patronila y la Juliana á merendar á Chamartín. Doña Ramona vendrá también, y si vienes, cantarás aquellas seguidillas que sabes. Yo no estoy para seguidillas.

También soñé con mi tío bailando en la cocina, junto a la lumbre, unas seguidillas que cantaba la mujer gris tañendo una sartén muy grande; y después con don Pedro Nolasco, el cual comía becerros crudos y troncos de abedul y peñascos de granito con bardales, mientras iban comiéndome a , fibra a fibra y muy poco a poco, el Tedio y la Melancolía, un matrimonio de lo más horrible, que vivía en el fondo de un abismo sin salida por ninguna parte.

¿Quién habla de viajes en mitad de diciembre? preguntó Manuel . ¿No ve usted, santo señor, los humos que tiene la mar? Escuche usted las seguidillas que está cantando el viento. Embárquese usted con este tiempo, como se embarcó en la guerra de Navarra, y saldrá con las manos en la cabeza, como salió entonces. Además añadió la tía María , que todavía no está enteramente curada la enferma.

Una despierta nuestra centinela Gritó: todos abaxen la cabeza, Que dispara el contrario otra Novela. Dos pelearon una larga pieza, Y el uno al otro con instancia loca De un embion, con arte y con destreza, Seis seguidillas le encajó en la boca, Con que le hizo vomitar el alma Que salió libre de su estrecha roca.