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Actualizado: 12 de octubre de 2025
La morenita se revolvió como si la hubiese picado una avispa. Mire usted lo que dice, tía bruja, porque si usted vuelve á insultarme, aunque tenga pacto con el demonio y salga los sábados á chupar la sangre de los niños, le juro por la mía que le arranco la lengua. Las mujeres se apresuraron á intervenir para calmarla. Demetria también hizo lo posible.
Paseándose un dia Cunegunda en los contornos de la quinta por un tallar que llamaban coto, por entre unas matas vio al doctor Panglós que estaba dando lecciones de física experimental á la doncella de labor de su madre, morenita muy graciosa, y no ménos dócil.
Y colgándose de nuevo la chaqueta del hombro tomó el reloj que le dió el mismo capitán, volviendo en seguida la cabeza para ocultar las lágrimas que saltaban á sus ojos. ¡Bendita sea tu sandunga! ¿No te parece, Plutón, que ha hecho bien la morenita en negarse á dar el reloj á ese palurdo? dijo uno de los mineros de la boina colorada á otro de sus compañeros.
Mozos y mozas formaban pintorescos grupos dentro y fuera del pórtico, que empezaban a moverse en dirección al pueblo. En uno de ellos atisbó a la morenita que le había llamado la atención. Oiga usted, Celesto, ¿quién es aquella chica morena que está a la izquierda del hombre de la boina? ¿Cuál, la del pañuelo azul?
Flora se dejó convencer y permaneció en la casa. Cierto suceso imprevisto vino á dar la razón á la mayordoma. Nuestra linda morenita, en su deseo de agradar á todos en la casa y hacerse simpática, solía agasajar hasta al mismo Talín, le llamaba «rico mío», «precioso», «salado», aunque bien sabemos que Talín no merecía en conciencia estas lisonjas.
Siempre que la graciosa morenita, con su cabellera negra como el ébano, sus ojos rebosantes de vida, sus labios purpurinos y su aire de vigorosa y alegre juventud entraba en el salón, dominaba a Magdalena un sentimiento instintivo de pesar que habría tenido semejanza con la envidia, si su corazón angelical hubiera sido capaz de abrigar tal sentimiento; y esa desnaturalizaba en su ánimo todos los actos de su prima.
Así llegué a una tribu de indios pirios, que me creyeron un ser sobrenatural. Hicieron fiestas en mi honor y me regalaron una doncella joven para mi holgorio; se llamaba Atarbelia, morenita ella, bien formada. Luego la quemaron viva para que no tuviese descendencia de blanco. Es una costumbre. Yo no sé si Sindulfo dice la verdad o si es folletín ambulante.
Cuando puedas... Si ahora no tienes que hacer... Quisiera que no se enterasen... Descuide usted, señorita respondió la morenita pálida sonriendo con amabilidad; nadie sabrá una palabra. Su mamá me va a mandar por almidón, y a la vuelta, ¡zas! me encajo allá. Al recibir Gonzalo el recado, sintióse acometido de punzantes remordimientos. Comenzó a pasear agitadamente por su cuarto.
La linda morenita se entretuvo largo tiempo á contar pormenores, la mayor parte de ellos pueriles. Mas no por eso los escuchaba Demetria con menos atención. Cuando más embebidas se hallaban en su plática novelesca suena fuertemente el emparrado de avellanas que las resguardaba.
Comprendió que su ídolo se hallaba bajo el influjo de uno de aquellos engreimientos en ella tan comunes, y se levantó del banco resuelto á irse. Pero antes de llegar á la puerta salióle al encuentro la morenita del columpio, que estaba agradecida de su galantería. ¿Adónde tan solo, hijo? Pues á la calle, niña respondió Uceda haciendo esfuerzos por sonreir. ¿Cómo? ¿de marcha ya?
Palabra del Dia
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