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Todo se pierde en el horrible caos del cerebro estallante, y sólo encuentra ¡luz única! -la patria por quién muere, triunfadora, sublime, resurrexa. Aunque flojo poeta, es uno de los precursores entre los filipinos. Nació en Manila, de familia acomodada, el 27 de Febrero de 1858. En el Ateneo de la Compañía se graduó de bachiller el 71.

Miró al techo, apiadándose del marino enamorado que una semana antes habitaba el piso superior. ¡Pobre hombre! ¡Cómo se habían reído de él!... Ulises se admiró á mismo como una personalidad completamente nueva, feliz y triunfadora, separado de la otra por un período doloroso de humillaciones y fracasos que no quería recordar.

Un ambiente de perfumes ingleses suaves y vagorosos, esparcidos con profusión, emanaba de sus ropas y de las ondulaciones de su cabello negro y brillante, que Gallardo se atusaba sobre las sienes, adoptando una postura triunfadora ante la femenil curiosidad. Para torero no estaba mal. Sentíase satisfecho de su persona. ¡Otro más distinguido y con mayor «ángel» para las mujeres!...

Te miro triunfadora como Marte hundir al despotismo con la espada, galopar sobre un rayo de la aurora, y ascender hasta el cielo de la Fama; y, mientras sueña el alma con victorias, predica el evangelio de tu raza que nos enseña a estrangular tiranos y a retar al Destino cara a cara... ¡ vencerás!

Solo y condenado a trabajar para vivir, sentía, sin embargo, la vergüenza del miserable que tiene como único mérito ser esposo de una mujer hermosa. Todo su valor consistía en huir cuando la encontraba a su paso, insolente y triunfadora en su deshonra; huir perseguido por aquellos ojos que se fijaban en él con sorpresa, perdiendo su altivez de mujer codiciada.

Otras veces, con el deseo de aislarse más aún, trasladaba su asiento a la última cubierta y se ocultaba detrás de un bote, gozando el deleite de su voluntad triunfadora, de su enérgica resolución al decidirse a ser fiel. Pero la estrechez del encierro conspiraba contra su virtud. Imposible mantenerse aislado. Las necesidades de la vida, los toques de llamada al comedor, los juntaban a todos.

Un hijo de doctor Zurita, que iba al frente sable en alto marcando el paso, gritaba con el imperio de una casa triunfadora: «A ver gringo, avanza un poco... Un... dos. Un... dos. , gallego, hazte pa atrás». Fernando, apoyado en la barandilla a corta distancia de los músicos, seguía con los ojos el lento balanceo del castillo de popa, sobre el cual aleteaba una ronda de gaviotas.

Ya una vez habia descollado la cruz triunfadora sobre el magnífico cornisamento del templo de Jano cuadrifronte; ahora parecia eclipsarse el resplandor del santo Lábaro, derribado de la famosa basa antigua; y era que efectivamente le tenia reservado el Eterno como pedestal el monumento incomparable producido por el último esfuerzo de todos los genios del Oriente conjurados contra el cristianismo.

Todo en su persona resultaba magnífico y parecía iluminar las cosas con su contacto. Tal vez su rostro estaba más exangüe y anguloso, pero Miguel se imaginó que irradiaba cierto esplendor interno, compuesto de satisfacción y de orgullo. Una especie de máscara impalpable, de envoltura astral, le hermoseaba, dándole una segunda fisonomía, apolónica y triunfadora. Se cruzaron sin saludarse.

Y luego ¡qué de luchas, de sacrificios, de siglos de labor, pasando la obra del progreso de generacion en generacion, como la herencia de la humanidad entera! ¡Cuánto no ha sido necesario para que el hombre fundase su imperio sobre la Creacion, encadenando los elementos bajo su planta soberana y guiando su quilla triunfadora bajo la inspiración de la ciencia!