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¡Salud, compañeros! dijo el de Trebujena al pasar ante la puerta del cortijo, arreando su borriquillo. Qué tiempo para los probes, ¿eh, Zarandilla?... Entonces fue cuando Rafael reconoció al acompañante de Manolo, viendo su rostro exangüe de asceta, su barba rala y los ojos dulces y mortecinos tras unas gafas azuladas. ¡Don Fernando! exclamó con asombro. ¡Pero si es don Fernando!...

Al referirlos, el rostro exangüe de Nucha se animaba, sus ojos brillaban, y la risa dilató sus labios dos o tres veces. Mas de pronto se nubló su cara, hasta el punto de que entre las pestañas le bailaron lágrimas, a las cuales no dio salida.

Pero a los dos días, antes de que se pudieran apreciar los efectos, ya no volvió, como si le repugnase aproximar a sus ubres aquel cuerpecito exangüe que parecía un cadáver. En vano buscó la jardinera; no era fácil encontrar pechos generosos que diesen su leche por poco precio. Y mientras tanto, el niño se moría. Todas las mujeres entraban en la habitación del zapatero.

Saludábale Feli silenciosa, con una sonrisa que daba frío, contrayendo las arrugas de su rostro exangüe, marcándose la punta de su fina mandíbula con la agudeza de un hierro de lanza. ¡Y allí había puesto él sus besos muchas veces, en la embriaguez de la pasión!... ¡Miseria de la vida!

España estaba tan exangüe al acabar los Austrias, que se vio próxima a ser repartida entre las potencias de Europa, como Polonia, otro pueblo católico como el nuestro. La discordia entre los reyes fue lo único que nos salvó.

La capa de Villón paseó por los salones de los obispos, y de entre sus remiendos y corcusidos surgió la mano exangüe del bohemio para tomar la limosna de doce sueldos por una loa a Notre-Dame, y los labios que mordieron los labios de las rameras besaban unciosamente la amatista episcopal. Y la capa ungida de poesía y de dolor rodó una mañana por las escalerillas del patíbulo.

Dos rosas asomaban sobre sus orejas, y bajo el ala de su fieltro, echado atrás y adornado con una cinta a flores, escapábanse en rizado flequillo las ondulaciones de su cabello, lustroso de pomada. Febrer, viendo estos adornos casi femeniles, sus grandes ojos y su pálida tez, lo comparó a una doncella exangüe de las que idealiza el arte moderno.

El primer día que Julián pudo ver a la enferma, no hacía muchos que se levantaba, para tenderse, envuelta en mantas y abrigos, sobre vetusto y ancho canapé. No le era lícito incorporarse aún, y su cabeza reposaba en almohadones doblados al medio. Su rostro enflaquecido y exangüe amarilleaba como una faz de imagen de marfil, entre el marco del negro cabello reluciente.

El médico sabía muy bien que no había tales carneros; y aunque los hubiera, semejantes austeridades enflaquecen y momifican el cuerpo, siendo más propias para dejarlo cacoquimio y exangüe, que para sobrecargarlo de carnazas y acres y gruesos humores.

Marqués dijo Toledo , la lady viene sola y necesita hablar con Su Alteza. Tiene algo importante que decirle. El príncipe y la enfermera ocuparon unos sillones de junco fuera de la casa, en una plazoleta rodeada de frondosos árboles. Una fuente reía bajo el desgrane de su perezoso surtidor. La luz verdosa reflejada por la arboleda hacía á lady Lewis más débil y exangüe.