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Recordó muchas novelas en las que el lector suspira de satisfacción al ver que el héroe, simpático y modesto, puesto en peligro de morir por el «traidor» de la obra, más fuerte y malo que él, no sólo salva su vida, sino que además mata por una feliz casualidad á su adversario, con lo que se demuestra la existencia de algo superior y equitativo que las más de las veces parece que duerme, pero en ciertos momentos despierta, dando á cada uno su merecido.

Amarás mis canciones, yo el encanto que suspira tu ternura; mis versos, yo tus sones, a tu dueño, yo a mi lira ¡qué ventura! Almas para el bien nacidas que perdidos sus lamentos gimen solas, naves son ¡ay! sumergidas al embate de los vientos y las olas. ¿Lloras mi lira? ¿Estás triste? No nos suma en sus abismos la amargura.

Vése allí una dama, que corre el mundo buscando á su amante, que la ha abandonado; encuentra un pastor, que se enamora de ella é intenta consolarla; pero no lo atiende en sus pretensiones, y sólo suspira por su caballero ausente.

Es un mozo de rasgos enérgicos, de bigote negro, con cierto aire tribunicio, de «mitinero» electoral, a cuya afición ¡ay! debió su triste fin, ya relatado en otra ocasión. La viuda vuelve hacia él sus grandes ojos azules, de Dolorosa de Rubens, y suspira: «¡Ay, Arturito, qué felices fuimos!...» Dos lágrimas resbalan por las mejillas de Margarita.

En ellos también se alzan las montañas hermosas coronadas de nieve, también suspira el viento en los bosques y se retratan sus paisajes en los lagos silenciosos; también se despliega en su superficie la inmensidad de los océanos, agitados, turbulentos unas veces, otras serenos, iluminados por los resplandores de la luz crepuscular; también se sufre, también se goza, también se lucha, también se ama... Y todas estas moradas del espacio navegan al través del océano celeste sin temor a los escollos, a los choques o a las tempestades, sostenidos y guiados por una fuerza invisible que jamás se equivoca.

¡Ay, inhumano juez, justicia dira, Que tal justicia quieres sin justicia Egecutar agora en quien suspira Por solo pan sin otra mas codicia! Si aquesto no te mueve, solo mira Que no ha pecado aqueste de malicia; Que solo por la isla ha caminado En busca de comida, y se ha tornado.

Llegad en torno mio, Venid, sombras nocturnas, Y alzad con poderío Las cinerarias urnas, Cubiertas con el lirio Que consagró el martirio: Alzad, sombras, alzad! Bañadlas con el llanto Del pueblo que suspira, Y el ardoroso canto Que se alce con mi lira, Por todo el hemisferio Libre del cautiverio. Llevad, sombras, llevad!

Dirígese, pues, en apariencia, á Isabel, escribiendo los versos que siguen: Aunque amante me juzguéis De otro gusto, y como ingrato Me presumáis todo olvido, Yo soy vuestro y no os agravio. El Rey suspira, Isabela, Celoso como indignado, Porque ignora que disculpa Mis desvelos amor casto.

Ella cierra los ojos, suspira profundamente, y, poniéndome la mano en el brazo, dice: Antes de que se vaya, tengo que hacerle saber una cosa, para que no se deje engañar tan miserablemente. Mis padres no están durmiendo... En cuanto oyeron su coche, se encerraron... es decir, él fue el que la obligó a mamá... Esta entrevista nuestra en este sitio es una cosa preparada.

Una multitud de ángeles alados, adornados con velos y anegados en lágrimas, se halla reunida en un teatro para contemplar un drama de esperanzas y de temores mientras la orquesta suspira por intervalos la música de las esferas.