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Capítulo II. Aspecto esterior e interior de Teruel. La puerta de San Salvador. La de la Anda-quilla. La de la Traición. El auto de fe. El Acueducto de Teruel. Vista por fuera la ciudad de Teruel admira por su posición soberbia y por la magestad de sus altas y moriscas torres coronadas de caprichosos arabescos y levantadas sobre arcos que por su pie abren paso a la calle con pintoresca osadía.

Iba el buen señor destinado a representarnos en una corte, y antes del año ya estaba la reina o la emperatriz de aquella tierra escribiendo a España para que relevasen al embajador con su temible cónyuge, a la cual llamaban los periódicos «la irresistible española». ¡Las testas coronadas que ha trastornado esa gachí!... Las reinas temblaban al verla llegar, como si fuese el cólera morbo.

Ojeda escuchaba con interés creciente estas palabras de su amigo. Los Césares modernos los visitan a bordo de sus yates y los sientan a sus mesas; poco falta para que los emperadores, al escribirles, les llamen «querido primo» como es de uso entre testas coronadas.

Al deshonor sus hijas entregadas, Las madres en los templos azotadas Coronadas del moño de irrision, Arrastrando cual mulas torpe carro Donde llevan un ídolo de barro Que colocan al lado del Señor!! La tribuna de Agüero y de Dorrego, Cuya palabra descendió cual riego En medio de la barra popular, Hoy la ocupan estúpidos sectarios Donde leen un papel sin comentarios En defensa del crímen y maldad.

No hay para qué referir la sensación que este hallazgo causó en todo el mundo. Baste decir que todas las testas coronadas, y muchas que no lo eran, se disputaban la posesión de tan magnífica joya. Los más interesados en obtenerla eran el Presidente de la República Inglesa, el Gran Duque de Texcoco y Mr. Elihu P Goggles, de Paradise, Texas.

A la izquierda lejano caserío, la fábrica, el «real», los establos, hacia los cuales volvía el ganado, la capilla con su torre envuelta en un manto de hiedras; a la derecha la vega villaverdina iluminada por los últimos reflejos del sol; y en el fondo las altas montañas de la Sierra, sombrías, boscosas, coronadas de abetos y de ocotes.

Entre las tres grandes cordilleras que atraviesan la república se encuentran valles sumamente fértiles, y salubres mesetas coronadas de elevados picos cubiertos de nieve. En las faldas orientales de las montañas existen vastos y exuberantes bosques con una innumerable variedad de maderas valiosas y plantas medicinales.

Situado en un llano, sobre una pendiente apénas perceptible que se inclina al sud, y al pié de un cerro de forma cónica, este pueblo se halla tambien circundado por colinas bajas, pero que van levantándose gradualmente hácia el norte hasta llegar á formar altas montañas, las que se ven coronadas de palmeras cuyo elegante follage se entremezcla con las copas gigantescas de los árboles mas robustos.

Si el tránsito por las calles interiores la ciudad es desigual y desapacible, á causa, de las subidas y bajadas, la tristeza de las callejuelas tortuosas y el aspecto poco agradable de la generalidad de los edificios, muy al contrario, el espectáculo que se domina desde los puntos culminantes de las colinas es encantador, sea que se abarque con la vista la extension del lago y de las montañas que lo rodean, coronadas á lo léjos de nevados, sea que se torne la mirada en derredor de la ciudad misma, por su risueño término, ó en direccion á los graciosos montes del Jorat.

Iba aproximándose el Goethe a la ciudad. Apareció ésta detrás de dos islas coronadas de palmeras, avanzando sus primeras casas entre pequeñas colinas en forma de panes de azúcar. Las construcciones destacaban sus fachadas de un rojo veneciano o amarillas sobre la masa obscura de los jardines. Navegaba el trasatlántico en aguas pobladas de reflejos.