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»Pero el cólera morbo, que ya en 1834 atacó a mi madre y la dejó enfermiza para toda su vida, volvió a herir a mi familia en 1860, arrebatándonos a mi hermano Julio, letrado notabilísimo, y atacándome también a , que, habiendo quedado sumamente débil, tuve que trasladarme a la provincia de Alicante, donde tenían mis padres unas tierras. Al poco tiempo murieron también mis padres.

Don Pedro en este tiempo hubo enfermado Del morbo, que de Galia tiene nombre: Con miedo de morirse en aquel rio, A Castilla se vuelve en un navío.

Y esta ciudad es París. He aquí cómo este desdichado Azorín, que no quería razonar su viaje, ha acabado al fin por razonarlo. ¡Tan añejado está en él este morbo feroz que llamamos inteligencia! En el camino de Petrel a Elda, al comedio, entre la verdura de nogueras y almendros, se alza un humilladero.

dijo D. Benigno, cayendo en sombría tristeza , es el Cólera morbo asiático. Al oír este nombre repulsivo y espantoso, Sola sintió correr por su cuerpo un frío displicente. Cordero sintió lo mismo. Esa enfermedad añadió , ha aparecido en Andalucía. Las personas van muy tranquilas por la calle, y de repente ¡plaf! se caen al suelo y se mueren.

Aquella pasion funestísima, aquel prurito inconcebible, ha hecho más víctimas que las pestes, las plagas, las hambres y las guerras. Es un cólera morbo que no se va nunca, que siempre está diezmando la poblacion. Es el vómito negro, ó la fiebre amarilla de las mujeres; la más peligrosa y pestilente de las enfermedades endémicas.

La policía se alarma, inquiere qué noticia tan fausta se ha recibido que ella ignora, sin embargo... ¡Y éste era el pueblo que rendía a 11.000 ingleses en las calles y mandaba después cinco ejércitos por el continente americano a caza de españoles! Es que el terror es una enfermedad del ánimo que aqueja a las poblaciones, como el cólera morbo, la viruela, la escarlatina.

No a quien he oído decir que el cólera morbo es una enfermedad nerviosa. De modo, que cuando no se tiene sueño, cuando no se tiene dinero, y se tiene frío, y se oye el tic-tac de un péndulo, en medio del silencio de la noche, se está muy expuesto a ser un caso.

Iba el buen señor destinado a representarnos en una corte, y antes del año ya estaba la reina o la emperatriz de aquella tierra escribiendo a España para que relevasen al embajador con su temible cónyuge, a la cual llamaban los periódicos «la irresistible española». ¡Las testas coronadas que ha trastornado esa gachí!... Las reinas temblaban al verla llegar, como si fuese el cólera morbo.

Olvidósele a Virgilio de declararnos quién fue el primero que tuvo catarro en el mundo, y el primero que tomó las unciones para curarse del morbo gálico, y yo lo declaro al pie de la letra, y lo autorizo con más de veinte y cinco autores: porque vea vuesa merced si he trabajado bien y si ha de ser útil el tal libro a todo el mundo.