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Es la aorta... Yo tengo una aneurisma, y el mejor día, plaf... revienta...». No seas aprensivo... Si no leyeras librotes de Medicina no se te ocurrirían esos disparates opinó ella sacándole los pantalones. Quedose con las piernas tiesas, en calzoncillos, esperando a que su mujer le quitara también las botas. «Dios te lo pague, hija de mi vida. Ayúdame, que bien lo necesita tu pobre marido.

El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses... ¡Cambrí de cinco meses...! Alcé los hombros... Dos palabras él, dos palabras yo... alargué este brazo, y plaf... Izquierdo bajó de golpe un tramo entero... Otro estirón, y plaf... de un brinco el segundo tramo... y con la cabeza para abajo...

Mis francesitos se ponen a decir no qué insolencias obscenas a la mujer de Gil, cuando salen los mozos, me les agarran, y con morriones y todo..., ¡plaf!..., al horno... Pero ahí viene la Sra. Condesa, que estaba en el oratorio con las niñas.

Rodaron jarros y mesillas; la gente se hizo atrás instintivamente, aterrada por el ademán agresivo de este hombre siempre pacífico, que parecía ahora agigantado por la rabia; y antes de que pudieran todos retroceder un nuevo paso, «¡plaf!», sonó un ruido de puchero que estalla y cayó Pimentó con la cabeza rota de un taburetazo. En la plazoleta se produjo una confusión indescriptible.

Lo que siento es que no sea por mi mano». Seguíales sin perderles de vista, a bastante distancia... «Me duelen las contusiones que recibí aquella noche, como si las acabara de recibir... Perdulario, cobarde, que te ensañas con los débiles de cuerpo, con los enfermos que no se pueden tener... A ti se te contesta con una bala... ¡plaf!

Pues pasó tiempo, y al año de casados, un día, de repente, plaf... entras en mi cuarto y me das una carta. ¿Yo? , una cartita que trajeron para . La abro, me quedo así un poco atontado... Me preguntas qué es, y te digo: «Nada, es la madre del pobre Valledor que me pide una recomendación para el alcalde...». Cojo mi sombrero y a la calle.

dijo D. Benigno, cayendo en sombría tristeza , es el Cólera morbo asiático. Al oír este nombre repulsivo y espantoso, Sola sintió correr por su cuerpo un frío displicente. Cordero sintió lo mismo. Esa enfermedad añadió , ha aparecido en Andalucía. Las personas van muy tranquilas por la calle, y de repente ¡plaf! se caen al suelo y se mueren.