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Actualizado: 5 de junio de 2025
El que no murió bajo el puñal de los conjurados ni bajo la espada de sus enemigos, murió infamemente atosigado; y tú, huérfana de contínuo, de contínuo colocada entre el despotismo y la anarquía, rodaste con mas y mas velocidad á lo profundo del abismo sin encontrar otro apoyo en tu fatal caida que débiles arbustos, rocas apenas sumergidas en la tierra que se quedaban en tus manos ó se desplomaban al peso de tu cuerpo para apresurar tu ruina.
Allí debía permanecer, clavado a su torre como si fuese una cruz, sin esperar nada, sin desear nada, buscando en la anulación de su pensamiento una felicidad vegetativa semejante a la de las sabinas y tamariscos que crecían entre las peñas del promontorio, o a la de las almejas agarradas para siempre a las rocas sumergidas. Tras larga reflexión conformábase con su suerte. No pensaría, no desearía.
No quedaban de él más que tres pilastras, en parte sumergidas, que el agua cenagosa del foso ensuciaba de residuos espumosos. No sé qué idea me vino de esconderme allí por el resto del día. Pasé del uno al otro pilar y me escondí en aquel recinto ruinoso, los pies tocando la corriente en la semioscuridad lúgubre del vasto y profundo foso por donde corrían las aguas del lavadero.
Los dos hombres se creían náufragos abandonados en un mar sin límites, en una noche eterna, sin otra compañía que la llama rojiza que serpenteaba en la proa y aquellas vegetaciones sumergidas que aparecían y desaparecían como los objetos vistos desde un tren a gran velocidad. Boga, Cupido dijo Rafael. La corriente es muy fuerte; aún estamos en el río.
Amarás tú mis canciones, yo el encanto que suspira tu ternura; tú mis versos, yo tus sones, tú a tu dueño, yo a mi lira ¡qué ventura! Almas para el bien nacidas que perdidos sus lamentos gimen solas, naves son ¡ay! sumergidas al embate de los vientos y las olas. ¿Lloras mi lira? ¿Estás triste? No nos suma en sus abismos la amargura.
Pensó en su amigo Atilio, en el coronel, en Villa-Sirena, blanca é irisada por el sol del Mediterráneo, entre olivos y cipreses. El diluvio cae sobre el mundo. Tal vez las antiguas tierras vuelvan á emerger; tal vez queden sumergidas para siempre... Vamos á esperar, refugiados en nuestra Arca.
Puede asegurarse sin temor de errar, que esta es la pasion mas general, la que admite ménos excepciones, quizas ninguna, aparte las almas privilegiadas sumergidas en la purísima llama de un amor celeste.
Así que refrescaba el viento, las cabezas medio sumergidas se coronaban de espuma, lanzando rugidos; montañas de agua penetraban sordas y lívidas en la marítima garganta, y había que izar la vela y huir cuanto antes de este callejón, caos ruidoso de remolinos y corrientes.
Después, para que la ilusión fuera más completa, vi las negras manchas de sus moles sumergidas, transparentadas en el fondo hasta que, enrarecida más y más la niebla, fue desgarrándose y elevándose en retazos que, después de mecerse indecisos en el aire, iban acumulándose en las faldas de los más altos montes de la cordillera.
Observaban muchas obras de la naturaleza, cuyas causas y modos de obrar eran ocultos por no presentarse á los sentidos, como la generacion de los metales, las virtudes de los venenos, las simpatías, los periodos de las tercianas, y otras semejantes, el origen, aumento y carrera de la vida de los animales y de las plantas, y otras muchísimas cosas que están sumergidas en lo mas profundo del pozo de Demócrito, y se contentaban con ver los efectos que se observaban con los sentidos, y lo demas decian que venía de una virtud y qualidad oculta.
Palabra del Dia
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