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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Lloraba; lloraba silenciosamente, sin estremecimientos ni hipos de dolor, como si su llanto fuese una función natural largamente contrariada. Por fin se abría paso la desesperación, adormecida toda la tarde, engañada por los momentos de olvido voluptuoso. Y las lágrimas sucedían a las lágrimas, trazando luminosas tortuosidades sobre el fondo mate de su cutis.
Hasta los himnos a la hermosura de la mujer tienen sangre y bravatas.... Y ésta es la música que divierte al pueblo en sus momentos de expansión y la que seguirá «alegrándole» tal vez durante siglos.... Somos un pueblo triste, Gabriel: lo llevamos en la médula; no sabemos cantar si no es amenazando o llorando, y la canción es más hermosa cuando tiene más suspiros, hipos dolorosos y estertores de agonía.
Terminaba su agonía con dos o tres hipos del surtidor, a cuyo orificio se asomaba el chorro, sin conseguir lanzarse fuera. No volvería ya el manantial a correr en diez horas lo menos. Disputaban frecuentemente Lucía y Pilar sobre la conclusión del fenómeno, como sobre su comienzo. Ya paró. Va a dormir. Buenas noches, caballero exclamaba Lucía saludándole con la mano. ¡No, mujer, quia!
Las ocho serían cuando volvió a aparecer Orejón acompañado del conde de Negri, y vieron cenar a D. Felicísimo, que entre bocado y bocado había de incrustar una opinión, preguntilla, apóstrofe o interjección apostólica, todo entreverado de hipos que dividían en minúsculas porciones sus conceptos, dando idea de lo que sería un discurso en mosaico o una oración en cañamazo.
Alicia parecía sentir el remordimiento del que presencia las últimas horas de un condenado á muerte y tiene que negarle la satisfacción de su postrer capricho. Se lamentaba como la enfermera que no puede dar al moribundo lo que pide entre hipos de agonía. Miguel creyó adivinar el secreto de las últimas entrevistas entre la dama maternal y su ahijado.
¡Rataplán! ¡Rataplán!... ¡Oh, el bosque de Vincennes, los vastos guantes de algodón blanco, los paseos por las fortificaciones, la barrera de la Estrella, el cornetín de pistón de la sala de Marte, la bebida en las afueras, las confidencias entre los hipos, los útiles de encender que se desenvainan, la romanza sentimental que se canta con una mano puesta en el corazón!...
Desnoyers y los porteros escucharon su explicación entrecortada por hipos de terror. Los alemanes estaban en Villeblanche. Primeramente había entrado un automóvil á toda velocidad, pasando de un extremo á otro del pueblo. Su ametralladora disparaba á capricho contra las casas cerradas y las puertas abiertas, tumbando á las gentes que se habían asomado.
Palabra del Dia
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