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En esto, muy sencillo; cuando se siente fatiga intelectual por exceso de estudio hay tres medios de combatirla; primero, dejar la lectura, procedimiento moroso cuando el mal es intenso; segundo, hacer ejercicios físicos, procedimiento violento para restablecer el equilibrio de los centros nerviosos; y tercero, cambiar de lectura... leer alguna cosa sencilla... trivial... una novela, por ejemplo.

Cosío describía con orgullo a Peña y Pablito las grandezas y comodidades del castillo de Bourges, donde el Duque tenía su famosa galería de pinturas. Sólo don Rosendo permanecía silencioso, cada vez más inquieto, haciendo con los dedos nerviosos bolitas de pan. De pronto, su noble faz se extendió con una sonrisa bienaventurada.

¡No! me repuso, la noche me gusta más... vámonos, tiemblo de que el sol me sorprenda en la calle y arrastrándome con fuerza, bajamos la escalera y me obligó a conducirla al toilette. Adiós... le dije estrechándole la mano. Adiós me replicó apretándome la mía en que quedaron impresos sus dedos finos y nerviosos. Al dar vuelta, me encontré con don Benito que acababa de abandonar a su compañera.

Los oyentes tornaron a reanudar las suaves emociones que les había producido, si bien un poco inquietos y nerviosos, como si temiesen a cada instante verse privados de aquel placer. Manolo se acercó a sus compañeros ahogando la risa y fue recibido también con risas y aplausos ahogados. Anda, Manolito, chilla otra vez. Esperad, esperad un poco; hace falta que estén descuidados.

«Me gustaría enteramente sentimental, que llegase al alma, que hiciera llorar.... Yo, cuando leo y no lloro, me parece que no he leído. ¿Qué quiere usted? Yo soy así me dijo el Duque de Cantarranas, haciendo con frente, boca y narices uno de aquellos gestos nerviosos que le distinguen de los demás duques y de todos los mortales.

Está indicado, como la ignacia y la nuez vómica, en las afecciones del bajo vientre con fenómenos nerviosos, que tienen su orígen en el plexo solar, con la sola diferencia de que hay mas astenia y palidez de los tejidos para el causticum.

Debajo de toda esta máquina se extendía en angosta superficie el seno de la dama, cuyas formas al exterior no podría apreciar en la época de nuestra historia el más experimentado geómetra, y más abajo la otra máquina de su talle y cuerpo, inaccesible también á la inducción; máquina que á fuerza de ataques nerviosos había llegado á la más completa morosidad. Cubríala un luengo traje negro.

Aplaudía la gente, gritaban los más entusiastas y nerviosos, rugía la música, y en medio de este estruendo, que iba esparciéndose por ambos lados, desde la puerta de salida hasta la presidencia, avanzaban las cuadrillas con una lentitud solemne, compensando lo corto del paso con el gentil braceo y el movimiento de los cuerpos.

Pasaba horas enteras sentada en una butaca, sin llorar siquiera, al parecer tranquila, pero en realidad presa de una desesperación que agitaba su cuerpo con estremecimientos nerviosos y hería su imaginación con ideas tristísimas. En vano le decían que era hermosa, rica y, lo que vale más, joven; que por fuerza, si no a consolarse y olvidar, llegaría a resignarse.

Alrededor de ellos, más de veinte pisaverdes, unos paseando nerviosos, otros, con más calma, a pie firme, esperaban igualmente cada uno por su lado.