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Actualizado: 30 de junio de 2025
Pero a nuestro parecer, la nota más alta y original de su obra son, precisamente, estos cuentos, que constituyen la cristalización literaria en el sentido stendhaliano, de la California de los tiempos heroicos, de la tierra del oro, de la sangre y de las aventuras, que afortunadamente para la civilización pero quizá no para el arte, ha cedido ante otra California bucólica, comercial, donde se vive tan bien como en todas partes, y que el corte del istmo de Panamá acercará a Europa de unos veinte días.
También él cuando había conseguido una entrevista con miss Margaret en un paseo de Nueva York ó en un jardín de California, era capaz de no mostrar el menor interés ni llevarse la mano al sombrero aunque pasase por su lado el presidente de la República. El amor tiene bastante con sus propios asuntos y no deja espacio á las otras curiosidades de la vida.
Cuando murió Smith, dirigió cartas a los parientes de éste y recibió contestación de una hermana de la madre de Melisa; dando las gracias al maestro, le manifestaba su intención de abandonar con su marido los Estados del Atlántico en dirección a California, dentro de poco tiempo.
Las fabulosas riquezas que esparcieron en los Estados-Unidos, los veneros de oro de los, placeres de California, hicieron que lo que al principio fueron chozas, fueran luego casas, convirtiéndose estas más tarde, en verdaderas calles de palacios, emporios de riqueza y de tráfico, acariciando bien pronto las brisas del Océano Pacífico, ciudades tan ricas y populosas como lo es San Francisco.
Esta versión, dando como daba ancho campo a los más delicados sentimientos del corazón, se hizo muy popular, y narrada por el reverendo señor Esperaindeo al regreso de su excursión por California, jamás dejó de satisfacer a los oyentes. La otra, menos sencilla, es la que yo adoptaré aquí, y, por lo tanto, debo relatarla con la detención que se merece.
Creyó, sin duda, con egoísta ilusión, que un hombre que había ido de América á Europa para hacer la guerra era incapaz de trasladarse igualmente de Nueva York á California detrás de su amada; pero pronto pudo convencerse de su error.
No me creo el único. Los periodistas errantes y los cómicos somos la última y miserable prolongación de la España conquistadora. Vamos y venimos desde el estrecho de Magallanes á la frontera de California, pasando á través de diez y ocho naciones que hablan nuestra lengua, conociendo en unas partes la riqueza y en otras el hambre; aquí, el aplauso y la admiración; más allá, el insulto y la fuga.
Quitad á la Inglaterra su organizacion administrativa; su particular régimen económico; su espíritu estadístico, si así puede decirse; quitadla eso, y la quitareis su importancia, su genio, su poder; la quitareis el ser Inglaterra. Ni trono, ni Cámaras, ni Parlamento, ni meetings; nada bastará. India, Australia, California, todo será inútil.
Había trasladado cargamentos de chinos de Hong-Kong a San Francisco de California; montañas de trigo de Odessa a Barcelona; recordaba viajes a Australia, a la vela, por el cabo de Buena Esperanza; hacía memoria, con sonrisa pudorosa, de sus juergas de la Habana, en plena juventud, con ciertos marinos rumbosos como nababs y valientes y crueles lo mismo que los aventureros de otros siglos, los cuales, al bajar a tierra, gastaban en unas cuantas noches la ganancia de sus viajes desde las costas de África con la bodega abarrotada de negros.
Si arrastraran grandes cantidades como ciertos manantiales de California, Colombia, el Brasil ó los Urales, inmediatamente una multitud de hombres se precipitaría con avidez hacia las fuentes bienhechoras, y las arenas depositadas en sus orillas, serían muy pronto tamizadas, y hasta la roca sería atacada por los picos y azadones y sus fragmentos serían sometidos á los martillos de la fundición; poco tiempo después, á las cabañas de un villorrio, habitadas por mineros, reemplazarían los grandes árboles de los prados y los valles.
Palabra del Dia
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