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Actualizado: 5 de julio de 2025
Cuando veamos aparecer este caudillo, no habrá viejo en toda España que no haga el papel de Simeón y que no le remede diciendo: Nunc dimittis servum tuum Domine, secundum verbum tuum in pace, quia viderunt oculi mei salutare tuum: pero ni los viejos podremos hacer el papel de Simeones en la próxima Nochebuena, ni los mozos podrán gozar de la paz deseada.
Et sicut Dei scientia, Dei quidem est congnoscitiva tantum, creaturarum autem cognoscitiva et factiva; ila verbum Dei, eius quod in Deo Patre est, est expressivum tantum, creaturarum vero est expressivum, et operativum, et propter hoc dicitur in Psal. 32.
Quam quidem conceptionem vox significat, et dicitur verbum cordis, significatum verbo vocis. Esta doctrina de Santo Tomás confirma la opinion expuesta mas arriba, sobre la imposibilidad de explicar el acto intelectual por sola la produccion.
Es extraño que un escritor tan distinguido, no supiese ó no recordase, que esta dificultad en la explicacion del tiempo la encontraba con los demás filósofos un hombre tan eminente como san Agustin; y que precisamente, las palabras indicadas, se leen en las confesiones del mismo Santo, libro 11 capítulo 14: «quid enim est tempus, quis hoc facile breviterque explicaverit? quis hoc ad verbum de illo preferendum vel cogitatione comprehenderit?.... quid ergo est tempus? si nemo ex me quæerat scio, si quæerenti explicare velim nescio.» Qué es el tiempo? si no me lo preguntan lo sé; si lo quiero explicar no lo sé.
Cada vez que necesitaba repetir lo de: «Y el verbo se hizo carne» en lugar del pesebre y el Niño Dios veía, dentro del cerebro, las letras encarnadas del Evangelio de San Juan, en un cuadro de madera en medio de un altar: Et Verbum caro factum est.
Entonces cantaría yo un magnífico Te Deum allá en el fondo de mi alma, y exclamaría remedando al viejo Simeón: Nunc dimittis servum tuum Domine, secundum verbum tuum in pace, quia viderunt oculi mei salutare tuum. Don Rafael María Merchán es uno de los escritores de más saber y talento que hay en el día en la América española.
El jesuita hablaba llanamente, expresando con sencilla claridad aquellas tremendas verdades y trazando a veces pavorosos cuadros que herían la imaginación, estremecían los corazones y preparaban los ánimos para el eco futuro de aquellas temerosas palabras: Ossa arida, audite verbum Domini!... Reinaba un hondo silencio, muy semejante al silencio del pavor; y el jesuita, torciendo un poco el rumbo a sus palabras, dejó ver de repente la bondad infinita de Dios, la más consoladora de todas sus grandezas, su inmensa misericordia, brindando siempre al pecador con su perdón tan sin límites y tan amplio, que desaparecen en él, cual si fueran átomos, los más enormes pecados.
Palabra del Dia
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