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Actualizado: 23 de mayo de 2025


El jesuita hablaba llanamente, expresando con sencilla claridad aquellas tremendas verdades y trazando a veces pavorosos cuadros que herían la imaginación, estremecían los corazones y preparaban los ánimos para el eco futuro de aquellas temerosas palabras: Ossa arida, audite verbum Domini!... Reinaba un hondo silencio, muy semejante al silencio del pavor; y el jesuita, torciendo un poco el rumbo a sus palabras, dejó ver de repente la bondad infinita de Dios, la más consoladora de todas sus grandezas, su inmensa misericordia, brindando siempre al pecador con su perdón tan sin límites y tan amplio, que desaparecen en él, cual si fueran átomos, los más enormes pecados.

Al tercero dia llegaron á la ribera del rio de Peneo, que corre entre los montes Olimpo, y Ossa, y riega aquel amenísimo valle llamado Tempe, tan celebrado en la antigüedad. En las caserias, y poblaciones, riberas de este rio se alojaron, donde convidados de su regalo, y templanza del cielo, pasaron el rigor del invierno.

Así es que léjos de pretender que se las destierre del todo de las obras elementales, conviene que se las conserve, no en toda su sequedad, pero si en todo su vigor. Nervos et ossa las llamaba Melchor Cano con mucha oportunidad: no se destruyan pues esos nervios y huesos; basta cubrirlos con piel blanda y colorada, para que no repugnen ni ofendan.

Retirose el lacayo cuando nos vio en tren de marchar, y fue a subir a la trasera; sacudí mi fusta sobre el animal, con mucho tiento por no acabarle de derrengar: mas, ¿cuál fue mi admiración, cuando siento bajar el asiento y veo alzarse las varas levantando casi del suelo al infeliz animal, que parecía un espíritu desprendiéndose de la tierra? ¿Y qué dirán ustedes que era? que el birlocho venía sin barriguera, y lo mismo fue poner el lacayo la planta sobre la zaga, que, a manera de balanza, vino a tierra el mayor peso, y subió al cielo la ligera resistencia del que tantum pellis et ossa fuit.

Fue luego a ver su rocín, y, aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban.

Estáis viendo el griego clásico: pórticos y columnatas. Luego, aparecen obeliscos egipcios, agujas que se lanzan al firmamento, sostenidas por otras agujas caídas. Más allá se distinguen montañas, Ossa sobre Pelion, la ciudad de los Gigantes que, regularizada, os ofrece murallas ciclópeas, tablas y dolmens druídicos. Debajo ábrense sombrías grutas.

Palabra del Dia

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