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Actualizado: 1 de junio de 2025
Sácame deste Argel de vidro; que yo te pagaré el rescate en muchos gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi amigo, con mis tachas buenas y malas . ¿Cómo quieres dijo don Cleofás mudando la cortesía con la familiaridad de la conversación que yo haga lo que tú no puedes siendo demonio tan mañoso?
¡Hermosa, sí, hermosa, majadero! exclamó furioso el señor de las Cuevas. ¿Serás capaz de poner tachas a un ángel? No riñamos por eso. Sí reñiremos... No quiero que vuelvas a hablarme de Cecilia de ese modo... ¡Vaya, vaya! Bien; pues confieso que Cecilia es una chica muy linda... pero... ¿Pero qué? Pero yo no puedo quererla... porque ya quiero a otra.
Fue luego a ver su rocín, y, aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban.
Pero á bien que él ha sido siempre un alma de Dios y que no he de ser yo quien le ponga tachas ni le niegue un favor, que muy grande me lo hizo él pagando de su bolsillo el entierro de Frasquillo, mi hijo mayor, á quien tenía de aprendiz en el batán y me lo llevó la peste negra de hace dos años. ¿Y quién sois vos, mi buen señor? Un caminante.
-Una de las tachas que ponen a la tal historia -dijo el bachiller- es que su autor puso en ella una novela intitulada El curioso impertinente; no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced del señor don Quijote. -Yo apostaré -replicó Sancho- que ha mezclado el hideperro berzas con capachos.
La causa fue, que la achacaron que era larga en los razonamientos, no muy pura en los versos, y desmayada en la invencion. Tachas son estas, respondí yo, que pudieran hacer parecer mal á las del mesmo Plauto. Y mas, dixo él, que no pudieron juzgalla, porque no la dexaron acabar segun la gritaron.
Curiosón de los demonios replicó el otro volviéndose hacia él desde la mitad de la cocina . En primer lugar, a zoquete regalado no debieras ponerle tachas; y, por último, has de saberte, traga-aldabas del jinojo, que ni todos los tiempos corren unos, ni todos los hombres son iguales. ¿Me entiendes ahora?
No pudiendo tolerar Leon de Castro, catedrático de hebreo en la de Salamanca, hombre envidiosisimo, que Felipe II hubiese dado á un doctor de Alcalá el cargo de dirigir la edicion de la Biblia, comenzó á clamar contra ella, poniéndole tachas, y aun diciendo que Arias Montano habia seguido en los pasajes mas importantes la leccion errada que solian darles los judíos; i que esto era en ofensa de la religion de Cristo.
Contaba con que su madre había de poner tachas a Luz tan pronto como conociera de qué tronco procedía, porque las tachas de este linaje eran la manía de la obcecada señora; pero en aquellas palabras, en aquella actitud, en la angustia bien visible de su padre, había mucho más que un resabio que se vence con la reflexión y la fuerza del cariño: había escollos infranqueables, simas negras en que ya se vela precipitado el pobre chico con la carga dulcísima de sus primaverales ilusiones.
Y esto es porque no hay entre ellos sino cuatro apellidos de linajes, que decienden de la casa Otomana, y los demás, como tengo dicho, toman nombre y apellido ya de las tachas del cuerpo y ya de las virtudes del ánimo.
Palabra del Dia
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