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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Porque él va bien de equipajes... ¡eso , jinojo! y derecha como un juso ha de subir la su alma.

¡Bah, bah! refunfuñó el aludido revolviéndose un poco , no me rompas la cabeza. puedes jacer lo que te acomode, que yo bien lo que me hice. ¡Jinojo! replicó don Sabas , es que el miramiento ése fue tal, que si no topo ahora mesmo con Neluco, se pasa el santo día sin que yo me entere de lo que a ti te pasó anoche.

¡Qué te he de reñir, hombre, qué te he de reñir! díjole entonces don Sabas, que enfrente de aquellas ruinas miserables del amigo y camarada de toda su vida, no acertaba a contener los lagrimones que le brotaban en los ojos , ¡ni cómo te he de vociferar!... ¡Pues bueno estaría ello, jinojo!... sino que, como he venido, pude no venir, por causa de fuerza mayor. ¡Y figúrate entonces! ¡figúratelo, Celso!... Vaya añadió interrumpiendo de pronto su discurso y pasando la mirada por el cuarto y acentuándola con un movimiento de sus brazos, muy significativo : aquí sobran todos menos el enfermo y yo; porque lo que va a pasar entre nosotros, no admite más testigo que uno, que es el Señor y juez de vidas y almas.

En esto un rudo golpeteo, como al desembocar del carrejo en la salona, y al mismo tiempo una voz que respondía a estas llamadas enérgicas: ¡Allá va, jinojo!...

Mientras se iba despojando de aquellas envolturas y accesorios, me decía: ¡Ah! pues gracias a que el tordillo tiene más agallas de lo que paez, y pudo con el espolique que a medio camino le cargué a las ancas, que si no... ¡jinojo! dígote que no llegamos vivos ninguno de los tres; porque nevadas he visto en lo que llevo de vivir; pero como ésta, ¡vaya, vaya!... ¿Y qué le pasa al pobre don Celso, hombre?

Salióme al encuentro el Cura, y me dijo, mientras se secaba los ojos con un pañuelo de yerbas: No se puede remediar, ¡qué jinojo!... por más avezado que uno esté a contemplar miserias y acabaciones humanas... Porque hay casos y casos, señor don Marcelo, y éste es uno de los más duros de pelar para el pobre Cura.

¡Jinojo! que me ha dado usted un susto... gritó don Víctor, que descansaba allí dentro, sobre un banco rústico, mientras retorcía con fuerza el sombrero flexible que chorreaba una catarata de agua clara.

Curiosón de los demonios replicó el otro volviéndose hacia él desde la mitad de la cocina . En primer lugar, a zoquete regalado no debieras ponerle tachas; y, por último, has de saberte, traga-aldabas del jinojo, que ni todos los tiempos corren unos, ni todos los hombres son iguales. ¿Me entiendes ahora?

Palabra del Dia

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