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La tierra es árida, y falta de agua dulce. En la punta occidental de dicha isla hay mucho marisco: y los marineros hallaron en algunas conchas tal cual perla pequeña y basta. Domingo 9, volvió el capitan Olivares, el padre Quiroga y los demas, á registrar la costa del sur, navegando al oeste sud-oeste, y tambien la del norte, para ver si podian hallar agua.

Más allá del andén, extrañamente silencioso ya, resplandecía el cielo claro, de acerado azul; se extendían monótonas las interminables campiñas; los rieles señalaban como arrugas en la árida faz de la tierra. Un gran silencio pesaba sobre la estación. Quedáronse inmóviles los acompañantes, como sobrecogidos por el aturdimiento de la ausencia.

El año era abundante de caza y en ella ocupábamos la mayor parte de las tardes cuando no emprendíamos una rápida jira por la árida campiña sin otro fin que costear el mar. Observaba yo que esas cabalgatas, durante las cuales pasaban largos espacios del más absoluto silencio, a través de un territorio cuya aridez nada tenía de risueño, le ponían más serio que de ordinario solía estar.

Poco después, los editores del Diario de los literatos de España se trazaron el plan de inculcar entre sus compatricios la crítica árida, y mortal para el ingenio, de Boileau.

El dolor de ulceracion se siente vivamente en la garganta y el estómago, y el vientre está como escoriado. La mucosa bucal está algunas veces seca, árida: esta sequedad se estiende á los labios y garganta, el epitelio se levanta y la boca parece ulcerada; el dolor de ulceracion existe tambien en la uretra.

El bien, el mal, la vida, el poder, las pasiones, todo lo que veo en los demas ha sido para mi como la lluvia sobre la arida arena.

Como para burlarse de su propia incuria, los nimeses han erigido en una de sus plazas, la más árida y llena de polvo, un grupo magnífico de ríos adornados con tridentes y arroyuelos coronados de nenúfares; pero, á pesar de ese fausto escultural, el único recurso es siempre la fuente venerada, hermosa y pura como en los días en que sus antepasados los galos construyeron la primera cabaña al borde mismo de sus aguas.

Pronto nos sirvió de guía el propio Convento, que vimos aparecer allá á lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda, que lo defiende de los vientos del Norte.

Ocultáronse al fin todos en el último recodo del camino, y sólo quedó la llanura árida, la polvorienta carretera, el pueblo de barracas, el colegio solitario, silencioso como una jaula de jilgueros vacía, y a lo lejos, acechando entre la bruma, Madrid, la gran charca.

Sus labios resecos se entreabrieron, y, como un soplo, dejaron pasar la palabra: «Perdón...» Desde las profundidades del pecho subió a la garganta un estertor que se detuvo de repente. En aquellos ojos, ya fijos, aparecieron dos lágrimas sin rebosar de los párpados y se reabsorbieron lentamente, como el agua en una tierra árida. Me aproximé a Elena y la así la mano. ¡Se acabó! dije.