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Actualizado: 21 de junio de 2025
Recuérdese que, ya en los tiempos primitivos de la Iglesia, se cantaba por medio de antífonas el himno Gloria in excelsis Deo, y que según el testimonio auténtico de las Siete Partidas, ya en el siglo XIII se observaba en España la costumbre de representar dramáticamente la salutación del ángel á los pastores.
Saludámosle con el Deo gratias acostumbrado, y empezó a alabar los trigos y en ellos la misericordia del Señor. Saltó el soldado, y dijo: "¡Ah, padre! Más espesas he visto yo las picas sobre mí, y, ¡voto a Cristo!, que hice en el saco de Amberes lo que pude; sí, ¡juro a Dios!" El ermitaño le reprehendía que no jurase tanto.
Ahí decían que en la liquidación última de la Bolsa, de la que Esteven salió tan comprometido, el ministro le había echado un cable para salvarle, pero, lo que es ahora, el cable se ha roto y mi hombre se hundirá y ¡laus Deo! que bien ganado se lo tiene. Pues yo no lo creo, Pablo, mientras no lo vea, no he de creerlo...
Excelente, excelente... Nuestro buen padre Gutiérrez le preparará una fiambrera superior... «Amén», hijo mío. «In Deo omnia spes...» Al día siguiente, montado en una mula blanca del convento y acompañado del padre Anacleto y el padre Sánchez, descendí del convento al repique de las campanas.
El portal.... ¡Qué portal! ¡Una maravilla! Fué obra de tía Carmen: era un portal lindísimo, de cristal, con estrellas, soles y cometas, y ángeles, y serafines, y arcángeles que tenían en las manos bandas de seda con letreros dorados que decían: «Gloria in excelsis Deo». Mi tía Carmen le hizo con prismas y candeleros de cristal, y fué el encanto de cuantos le vieron.
El piadoso Almirante consignó en el Diario que en la tarde del 11 de Octubre, víspera del hallazgo de la tierra deseada, habían cantado las tripulaciones á la oración, la Salve acostumbrada, y luego, en el momento supremo, cuando cayó de rodillas y con los ojos arrasados, la gorra en la mano, dió gracias al Altísimo, le imitó la gente entonando con indecible emoción Gloria in excelsis Deo; Te Deum laudamus...
Con esto le despedí, y con esto me despido, ofreciendo a Vuestra Excelencia los Trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente; el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible.
Al lado de la cama un clérigo lee con voz queda en un libro: ...«Commendo te omnipotenti Deo, charissime frater, et ei cujus es creatura, conmitto»...
Con el de las lágrimas contritas, que le desenoja Sacrificium Deo spiritus contribulatus Psal. 50. 19. Y en fin, con el de la Fe que cautiva la razón natural a su autoridad soberana y florece tan bella en el resto de la Piedad Mallorquina. En todo lo demás corrieron las cosas de este Auto con el orden, lucimiento, esplendor y autoridad que los otros.
Y él respondió: ¿Pues qué otro? ¿No me ve la mella que tengo en los dientes? No tratemos de esto, que parece mal alabarse el hombre. Yendo en estas conversaciones, topamos en un borrico un ermitaño, con una barba tan larga que hacía lodos con ella, macilento y vestido de paño pardo. Saludamos con el Deo gracias acostumbrado y empezó a alabar los trigos y en ellos la misericordia del Señor.
Palabra del Dia
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