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El joven Santo, gloria de Lisboa, era muy lindo de cara, tenía buenos colores, como si la vida penitente no le hiciese mella por la gracia de Dios, y se mostraba alegre y extasiado mirando al Niño Jesús, el cual estaba en sus brazos y le prodigaba mil regalados favores.

La causa de este mal inconveniente Pareceme será la gente moza, Que, aunque salen valientes y esforzados, Al mal y no al bien son muy inclinados. Gran copia de mestizos hay en ella, Pero mas abundancia de mugeres: Porque la guerra hace en ellos mella, La cual sin interes y sin haberes, Con solo el fin la siguen de tenella.

Luego procuró calmarla con sofística dialéctica que hizo poca mella en su ánimo irritado. Al fin, por misma se fue serenando y se avino a volverle a su gracia con tal que se llevase todos los regalos que le había hecho y le jurase solemnemente no traerle más. D. Laureano cargó con todos aquellos chirimbolos.

No dejaron de hacer mella en el joven las palabras de su tío. Allá en el fondo ya hacía algún tiempo que pensaba lo mismo y se dirigía idénticas recriminaciones. Los devaneos que traía con Rosa, por más que no fuesen guiados de una intención malévola, de sobra comprendía que no podían acarrear a la chica más que disgustos.

Describía éste al pueblo hispano-romano, sobre el que había pasado la invasión goda sin causar gran mella. Antes bien, el conquistador se había empapado de la degeneración bajo-latina, quedando sin fuerzas, corrompiéndose en luchas teológicas e intrigas de dinastía semejantes a las de Bizancio.

El hombre capaz de tales cosas ¿no podía serlo también de aspirar a su mano, no por su amor, sino por su fortuna? Cualquiera de aquellas indignidades era bastante a justificar el súbito desamor de Paz, y, sin embargo, para ella sólo una existía que realmente la hiciese mella: la infidelidad, el engaño.

Hay en ellas mas variedad entre los distintos individuos; son mas desconocidas las condiciones necesarias para que resulten efectos determinados; pero no cabe duda sobre su existencia; y esto es suficiente para que á los ojos de la sana filosofía no causen mella esas suposiciones con que se pretende minar el edificio de nuestros conocimientos.

A la izquierda se yergue el cabezo árido de Cabreras; a la derecha el monte de Castalla avanza decidido; se detiene de pronto en una mella enorme; en el centro, sobre el azul del fondo, resalta el ingente peñón de Sax, coronado de un torreón moruno.

El primero era uno de aquellos hombres elevados y poco materiales, en quienes no hacen mella el hábito ni la afición al bienestar físico; uno de los seres privilegiados, que se levantan sobre el nivel de las circunstancias, no en ímpetus repentinos y eventuales, sino constantemente, por energía característica, y en virtud de la inatacable coraza de hierro, que se simboliza en el ¿qué importa?; uno de aquellos corazones que palpitaban bajo las armaduras del siglo XV, y cuyos restos sólo se encuentran hoy en España.

»Es que ese hombre tiene algo de sobrehumano, viene a ser un espíritu intermedio entre el hombre y la divinidad, en quien no hacen mella las emociones terrestres ni las necesidades de la materia parecen existir. Ni siquiera le han hecho un día la cama durante el mes que acaba de transcurrir; él vela incesantemente, siempre meditabundo y siempre buscando un remedio imaginario.