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Actualizado: 13 de junio de 2025
Apenas hablaron. El viejo, en quien el egoísmo y el temor a la falta de asistencia hacían gran mella, preguntó a su hijo: ¿Tienes seguridad de que esa chica me tratará bien? Sí. Engracia está perdidamente enamorada de Millán y, por tenerle contento, se esmerará en cuidarte. En realidad no has de serles gravoso, porque yo les dejo dinero para cuanto necesites. Y ¿crees que tu madre no vendrá?
La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus ojos: el engreimiento no se le borró del alma.
No se dijeron al aire, porque ahora el deseo que tenían los bárbaros de hacerse cristianos estaba en sus primeros fervores, no hicieron en ellos mucha mella estos dichos; no obstante, resfriándose de allí á poco aquel primer fervor, consiguieron los apóstatas su intento de alborotar el país y enfurecer el pueblo para que echasen á los Padres y los remitiesen á donde habían venido.
Ya ustedes ven que, para raquero, no podía tener más blasonada ejecutoria. Su infancia rodó tranquila por todos los escalones, portales y basureros de la vecindad. No hay contusión, descalabro ni tizne que su cuerpo no conociera prácticamente; pero jamás en él hicieron mella el sarampión, la alfombrilla, la grippe, la escarlata ni cuantas plagas afligen á la culta infantil humanidad.
Hasta donde me ha sido dable juzgar, el acontecimiento más trágico de su vida, fué cierto percance con un pato que dejó de existir hace treinta ó cuarenta años, pato cuyo aspecto auguraba momentos deliciosos; pero que una vez en la mesa, resultó tan inveteradamente duro, que el trinchante no hizo mella alguna en él, y hubo necesidad de apelar á una hacha y á un serrucho de mano para dividirlo.
Los servicios que el hombre hace se quedan en la antesala, y las sospechas penetran al gabinete, segun dice Zoroastro. Todos los dias eran acusaciones nuevas; la primera se repele, la segunda hace mella, la tercera hiere, y la quarta mata.
No pocas de tales murmuraciones llegaron a los oídos de doña Luz; pero no hacían mella en su corazón. Nada de lo que encerraban en sí hallaba eco en su limpia y tranquila conciencia. Doña Luz era mujer y tenía alma y sentía necesidad de amor. Su amor, sin objeto visible y humano, había estado como aletargado hasta entonces.
Para entonces, los diez años corridos desde que le conocimos en la La leva, ya sesentón habían hecho honda mella en su persona. Estaba más encorvado, más flaco, algo trémulo, y con la greña, las patillas y las cejas enteramente blancas, muy ásperas y muy largas.
Se puede asegurar que sin este precioso símbolo de nobleza y poderío, aunque fuese bordado en cañamazo, la vida le parecía un árido desierto de horror y tristeza. Así, pues, ni los triunfos universitarios ni la simpática figura de su primo lograron hacer la más pequeña mella en aquel tierno corazón, inflamado de amor por la aristocracia. Tristán, despechado, la guardó toda su vida oculta ojeriza.
El origen de las cavilaciones de Pepe por la conducta de su hermano la disgustó sobremanera; pero lo que hizo en su pensamiento más mella, fue saber que Pepe trabajaba de corrector en la imprenta. El dueño de su albedrío era algo menos que un empleadillo.
Palabra del Dia
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