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Actualizado: 30 de abril de 2025
Un hombre de larga barba ensortijada y canosa, fumaba sentado ante una casucha que era la peor del barrio. Tenía los ojos casi ocultos bajo las cejas y un gesto de desdén contraía á cada momento su cara negruzca. Al ver al médico no se llevó la mano á la boina ni abandonó su inmovilidad de fakir, como si estuviera abstraído en la contemplación de la miseria que le rodeaba.
Un círculo pálido se dibujaba en torno de sus hermosos ojos, que se paseaban con expresión altiva de su marido á la institutriz y de la institutriz á su marido. Tenía las mejillas inflamadas, y por sus narices abiertas entraba y salía el aire rápidamente y con ruido. Con las manos temblorosas acariciaba la ensortijada cabeza de la niña y la apretaba contra su pecho anhelante.
Pero agotada la psicología amorosa, nuestro Riverita sintió un vago malestar, muy semejante a la vergüenza. En un intervalo de silencio se le representó de improviso lo ridículo que había estado con aquella palabrería altisonante y metafísica ensortijada que jamás hasta entonces había usado, para declararse a una mujer; y no pudo menos de reírse de sí mismo.
Cuando estuvo del todo aparente, volvió la cabeza y se adelantó, despacio, muy despacio, hacia Ramiro. Su rostro, de una extrema palidez de marfil, estaba surcado de hondas arrugas verticales, que iban a perderse entre la barba canosa, barba ensortijada por los dedos nerviosos, durante las horas de meditación. Los párpados estaban recargados de fatiga y de insomnio.
Un discreto golpe en la puerta del cuarto cortó esta escena. Adelante. Entró un joven vestido de claro, con roja corbata, y llevando el fieltro cordobés en una mano ensortijada de gruesos brillantes. Gallardo le reconoció al momento, con esa facilidad que tienen para recordar los rostros cuantos viven sujetos a las muchedumbres.
No le fue mal con ellos: el estómago se le entonó, comió con más apetito, y al cabo pudo volver a la vida ordinaria, aunque resentido y quebrantado. En esta época había dado paz temporalmente a las musas, y descendió a escribir en prosa, no vil, sino poética y ensortijada como ninguna.
Después, un pielroja con grandes penachos y un hacha enorme, cubiertas sus desnudeces con sudoroso almazarrón, y dos negros casi en cueros, sin otras superfluidades que unos taparrabos de crin, huecos como faldellines de bailarina, y una lanza al hombro. Estos negros falsificados, con el cuerpo reluciente de betún, enseñaban por debajo de la peluca ensortijada sus ojos azules.
Arrancad de la capilla Sixtina la figura de Isaías y ponedle un marco esculpido por Doré, pequeños Amores trepando gozosos por la viña ensortijada, faunos diminutos persiguiendo a ninfas cocottes y tendréis una idea del efecto que produce ese Niágara inmenso, severo, rugiendo como un titán enfurecido, y rodeado de pequeñas villas coquetas, chalets suizos en ladrillo rojo, surcado por puentes de ferrocarril, rodeado de molinos, bar-rooms, albergues cubiertos de anuncios de Lanmann y Kemp, de la Marfilina, de la Almohadilla de Parry, ultrajado, profanado, como el Coliseo romano por las lápidas de mármol blanco y letras doradas que pretenden consagrar glorias efímeras y raquíticas.
Palabra del Dia
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