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Todo el esfuerzo de la imaginación no alcanza a dar una imagen de la realidad, una vez que la serena y lenta contemplación ha dado tiempo a que el espíritu se sature de la belleza del cuadro. En centenares de grutas y en millares de libros corre la descripción del Niágara: su formación, su origen, su destino, el volumen de sus aguas, su bifurcación en el momento de la caída, etc.

que mi hijita de cuatro años me recitaba, era nada menos que del inmortal autor del canto al «¡Niágara!». Más de una vez, al pasar, había admirado la maravillosa facilidad de esas composiciones puras y cándidas como los espíritus angelicales que debían entretener; más de una vez pensé vagamente en el caudal de ternura que debía existir en el alma de ese dulce y familiar poeta anónimo, iluminando, desde la sombra, millares de rostros infantiles, era Pombo, era uno de los más grandes poetas que hayan escrito en español...

El Niágara es mil veces más grande, más imponente; para , la palma de la belleza queda al Tequendama. ¿Qué sería el Niágara cuando por primera vez lo contemplaron los ojos atónitos de los conquistadores?

Cerca de Bogotá están las cataratas de Tequendama, más altas que las del Niágara aunque menos caudalosas: fenómeno maravilloso que es digno de una visita. Al hablar de sus mentadas riquezas y bellezas naturales, no hay que olvidarse de las interesantes ruinas de la civilización precolombina. La educación en Colombia está a cargo del ministro de instrucción pública.

En fin, estaba a una noche de distancia y tenía aún por delante cinco o seis días; me puse en camino. Resolví irme por la línea del Erye que va a Búffalo y a Niágara Fall's, correr las fronteras del Canadá hasta Albany, y luego de allí descender a Nueva York por el Hudson.

Y en medio á sus fusiles Y bayonetas viles Su caballo dejó. En el parte de la batalla de don Cristóbal se leen las siguientes palabras: «El valiente coronel don Zacarías Álvarez dejó su caballo muerto sobre las bayonetas enemigasCito de memoria. Cascadas del Niágara y Tequendama.

Niágara Fall's es una aldea que vivo exclusivamente de la atracción del torrente. Eternamente mecida por el ruido atronador de la cascada, paréceme que, si una mano omnipotente detuviera un instante las aguas en su caída, el silencio haría levantar hasta los muertos de sus tumbas.

Si a Isidora le hubieran dejado caer de un golpe sobre el corazón todas las cataratas del Niágara, no habría experimentado sensación más dolorosa de choque duro y frío. Quedó convertida en estatua, y sus lágrimas se secaron, evaporadas por el vivo calor interno que le salió a los ojos. ¡Completamente equivocada!

Si no es precisamente el Niágara me dijo la señorita Margarita, elevando un poco la voz para dominar el ruido de la cascada he oído decir, sin embargo, á los conocedores y á los artistas, que es bastante bella. ¿La ha admirado usted? ¡Bien! Ahora espero que concederá á Mervyn el poco entusiasmo que puede quedarle. ¡Aquí, Mervyn!

En Fray Luis de León fuíste cigarra que endulzaba el reposo de la siesta, y tonada de amor de la tierruca en los cuadros agrestes de Pereda; caballero gentil de la Armonía en el rugiente "Niágara" de Heredia, batir de alas de ingrávidos querubes en las trovas ardientes de Teresa.