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Con el Embajador Zúñiga y con el Condestable de Castilla, contaba á ciencia cierta que habían de encarecer el valor de su intervención en el tratado de paces, porque se le acordara siquiera domiciliarse en Flandes al lado del segundo; por el lado del Embajador de Inglaterra, Tomás Parry, se había provisto de cartas para Cecil. Completamente equivocado el Sr.

Arrancad de la capilla Sixtina la figura de Isaías y ponedle un marco esculpido por Doré, pequeños Amores trepando gozosos por la viña ensortijada, faunos diminutos persiguiendo a ninfas cocottes y tendréis una idea del efecto que produce ese Niágara inmenso, severo, rugiendo como un titán enfurecido, y rodeado de pequeñas villas coquetas, chalets suizos en ladrillo rojo, surcado por puentes de ferrocarril, rodeado de molinos, bar-rooms, albergues cubiertos de anuncios de Lanmann y Kemp, de la Marfilina, de la Almohadilla de Parry, ultrajado, profanado, como el Coliseo romano por las lápidas de mármol blanco y letras doradas que pretenden consagrar glorias efímeras y raquíticas.

Invocaba la autoridad del Embajador Parry, que le había dado cartas, diciendo: «Por eso me dirijo á V. M. y apelo á su justicia, poniendo por delante su nombre y palabra para que se sirva examinar con prudencia, pesar y decidir si el punto á que han llegado las cosas, según la ley natural, conviene á la Majestad real y es debido á un extranjero no desconocido en el mundo y que se ha fiado en tal palabra.

Parry llegó á descubrir algo, avanzando atrevidamente en un trineo-barca, que unas veces flotaba y otras recorría los hielos. Pero éstos invariables en su camino del Sur, le llevaban siempre hacia atrás, de suerte que tampoco logró franquear el paso.

Algunos balleneros que encontraron aquella especie de salvaje lo trasladaron á su país, preguntándole antes si, por casualidad, había visto al difunto capitán John Ross. Su teniente Parry, que tenía la seguridad de poder pasar, hizo al efecto cuatro esfuerzos desesperados, unas veces por la bahía de Baffin y el Oeste, y otras por el Spitzberg y el Norte.

Hay pruebas fehacientes de la inexactitud de tal relato: podrían muy bien, los que de veras se interesaban por la suerte del emigrado, hacerle indicación de no ser su proceder el más á propósito para alcanzar el olvido de los anteriores; porque ello es que al tiempo mismo en que solicitaba con empeño y amenaza lo que creía pertenecerle, pasaba por Consejero oficial del Rey de Francia; continuaba siendo confidente secreto del de Inglaterra, dando á los Embajadores Winwood y Parry avisos que ellos transmitían al Secretario de Estado Cecil , y seguía reuniendo en su casa el foco de la conspiración de los refugiados enemigos de España.