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El padre jesuita era un héroe lejos de las llamas. Ahora verán ustedes con qué piedad evangélica relata la muerte de mi abuelo. Y abriendo Valls el libro por una página señalada, leía con lentitud: «Mientras llegó sólo el humo a él, era una estatua; en llegando la llama, se defendió, se cubrió y forcejeó como pudo, y hasta que no pudo más.

Leonor Forteza y Valls, viuda de Gregorio Forteza, de oficio que fue botiguero; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de setenta y cinco años, cuando murió el año pasado de 1678 por delitos de judaismo: salió al Auto en estátua con insignias de reconciliada: leyósele su sentencia con méritos, declaróse haber sido hereje, apóstata, judaizante y absuelta de las censuras, con confiscación de bienes.

Argumento, que me dijo un confidente suyo le había confesado el propio Valls, que le apretaba no poco y que le había tenido desvelado toda una noche.

A ; me lo cuentan todo, y ya que hay fiesta de familia, que sea completa. Febrer fingía no entenderle. El carruaje entró en Valldemosa, deteniéndose en las inmediaciones de la Cartuja ante una casa de construcción moderna. Cuando los dos amigos transpusieron la verja del jardín, vieron venir hacia ellos un señor de blancas patillas apoyado en un bastón. Era don Benito Valls.

No ciertamente si fue pariente mío decía el capitán . ¡Han pasado más de dos siglos desde entonces! Pero si no lo fue, quiero que lo sea... Me honra mucho tenerlo como abuelo mío. ¡Adelante! Pablo Valls había coleccionado en su casa papeles y libros de la época de las persecuciones, y hablaba de éstas como de un suceso acaecido días antes.

Hasta los que llegaban de fuera, limpios de prejuicios, sufrían al poco tiempo la influencia de esta repulsión de razas que parecía diluida en la atmósfera. Una vez continuó Valls vino un matrimonio belga a establecerse en la isla, recomendado a por un amigo de Amberes.

¿Y lo de mi hermano? proseguía Valls . ¿Y lo de mi santo hermano Benito, que reza a voces y parece que se vaya a comer las imágenes?... Todos recordaban el caso de don Benito Valls, y reían francamente, ya que el hermano era el primero en burlarse del suceso. El rico chueta se había visto dueño, al cobrar unos créditos, de una casa y valiosas tierras en un pueblo del interior de la isla.

¡Cuántos judaizantes no sufrian entonces con el mayor esfuerzo la horrible muerte que les era destinada por los inquisidores! La Catalina al lamerla las llamas gritó repetidas veces que la sacaran de allí aunque siempre pertinaz en no invocar á Jesus. Valls al llegarle la llama se defendió, se cubrió i forcejó como pudo hasta que no pudo mas.

Al encontrarse se estrecharon la mano. «¿Has estado en Valldemosa?...» Toni sabía ya su viaje, gracias a la facilidad con que circulan las más insignificantes noticias en el ambiente monótono y calmoso de una ciudad provinciana ávida de curiosidades. Algo más cuentan dijo Toni en su mallorquín de campesino , algo que me parece mentira. ¿Dicen que te casas con la atlota de don Benito Valls?

Valls no quería hablar hasta que todo estuviese resuelto. Febrer movió los hombros al enterarse de estas esperanzas. «¡Bah!