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Actualizado: 1 de julio de 2025
Al Capellanet le faltó poco para arrodillarse ante Valls. ¡Y aún dicen en Palma si los chuetas son malos!... Bien se conocía que eran mallorquines los que hablaban: ¡gente injusta y orgullosa!... El capitán era un santo. Gracias a él, ya no iría al Seminario. Sería payés; Can Mallorquí quedaba para él.
Tú puedes ser mi amigo, el amigo del chueta Pablo Valls, al que ves en el café, en el Casino, y que además tienen las gentes por medio loco. ¡Pero casarte con una mujer de mi familia!...
José Mateu, Catedrático de Teología en esta Universidad, de la Orden de S. Bernardo. A Isabel Bonnin, mujer de Rafael Valls mayor. El Reverendo P. Fr. Martín Canet, Lector Jubilado y Vicario Provincial de San Augustín. El P. Fr. Miguel Poquet, Lector de Filosofía en los Mínimos. El P. Gabriel Coll, Jesuita, Lector que fue de Filosofía.
Febrero á Catt.ª Rosello y Mas V.ª que assi mesmo por el dicho Valls fueron, quitadas a Mathias Roselló escriuiente lugar auiente de dicha Catt.ª Como y sigun parece por de posito de la prop.d y renta de dicho censo hizo en poder del Mag.co de positario Real en m.or n. á 26 Junio 1671. que tenemos continuado en dicho libro de albaranes fol. 42.
A la caída de la tarde había presenciado el caballero en la falda del castillo de Bellver cómo ardía la abultada corpulencia de Rafael Valls y cómo reventaban sus entrañas cayendo en el brasero, espectáculo del que le distrajo la presencia de algunas damas, haciendo caracolear su caballo junto a las portezuelas de las carrozas. El capitán Valls tenía razón: todo esto resultaba bárbaro.
Echaba en cara a Febrer su origen y su orgullo, que le habían impulsado a huir sin despedirse de los amigos. «Al fin, de raza de inquisidores.» Sus abuelos habían quemado a los de Valls: ¡que no lo olvidase!
La hija de Valls había sufrido los tormentos del alfilerazo traidor, del arañazo oculto, del golpe de tijera en la trenza, y luego, al ser mujer, el odio y el desprecio de sus antiguas compañeras le había seguido en la vida, amargando sus placeres de mujer joven y rica. ¿Para qué ser elegante?... En los paseos sólo la saludaban los amigos de su padre; en el teatro no veía visitado su palco más que por gentes procedentes de «la calle». Con uno de ellos tendría que casarse, como se habían casado su madre y sus abuelas.
Sonrió Valls, mirándole con ojos maliciosos. Varias veces le había escuchado en su delirio hablar de los muertos, agitando los brazos como si pelease con ellos y los repeliese de sus angustias terroríficas.
Indudablemente, detrás de los mallorquines nobles y plebeyos venían en orden de consideración los cerdos, los perros, los asnos, los gatos, las ratas... y a la cola de todas estas bestias del Señor, el odiado vecino de «la calle», el chueta, paria de la isla. Nada importaba que fuese rico, como el hermano del capitán Valls, o inteligente, como otros.
Las dos manos de Febrer estrecharon la diestra de Margalida. ¡Ay! ¿era verdad lo que decía el capitán?... Sus ojos buscaron los de la atlota, que permanecían bajos, mientras la emoción blanqueaba sus mejillas y hacía palpitar las alas de su nariz. Ahora, besaos dijo Valls, empujando suavemente a la muchacha, hacia el enfermo.
Palabra del Dia
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