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Es verdad que teníamos aquí esta fanciullina exclamó, haciendo cómicos ademanes de susto, el marica. ¡No me hacía cargo!... Nada, monina, nada; sigue adelante, que son cosas de los grandes... La hija del Jubilado se volvió iracunda al sentir el alfilerazo y replicó con una frase insolente.

A no has de engañarme, como a tu padre dijo por último, andas en algo malo, Quilito, y si te escondes, es que el remordimiento te persigue... de alguna acción vituperable... ¡no cuál! Seré muy torpe, pero me parece que juegas... y si juegas, que has perdido... ¿he dado en el clavo? ¿ o no? Tan había dado, que el chico se agitó, como si acabara de recibir un alfilerazo.

La misantropía que le entró a Juan Pablo desde su desairado regreso del Cuartel Real no se alteró en aquellos días que sucedieron a la herencia. Hablaba muy poco, y cuando doña Lupe le nombraba el casorio de Maxi, como cuando se le pega a uno un alfilerazo para que no se duerma, alzaba los hombros, decía palabras de desdén hacia su hermano y nada más. «Con su pan se lo coma... ¿Y a qué?».

Pronto conseguí separar las manos de mi enemigo, que me oprimían, y le abrumé a mojicones. Mas, de repente, vi brillar un arma en su mano, y casi al mismo tiempo sentí hacia la cadera como la impresión de un alfilerazo. Me arrojé de nuevo sobre él y le sujeté la mano en que tenía la navaja. ¡Cobarde, suelta esa navaja! le decía.

El guapo sintió el escozor del alfilerazo, pero disimuló, esperando la ocasión de tomar revancha; y temiendo no fuese más adelante en sus bromas, se apresuró á alejarse arrastrando consigo á su querida. Los despidieron con algazara. Cuando ya estaban lejos, Antonio les gritó recordando la conclusión de los cuentos: Y todo quedó en paz y gracia de Dios, y yo fuí y vine y no me dieron nada.

La hija de Valls había sufrido los tormentos del alfilerazo traidor, del arañazo oculto, del golpe de tijera en la trenza, y luego, al ser mujer, el odio y el desprecio de sus antiguas compañeras le había seguido en la vida, amargando sus placeres de mujer joven y rica. ¿Para qué ser elegante?... En los paseos sólo la saludaban los amigos de su padre; en el teatro no veía visitado su palco más que por gentes procedentes de «la calle». Con uno de ellos tendría que casarse, como se habían casado su madre y sus abuelas.