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Porque si ahora yo callara, moriría. 20 A lo menos dos cosas no hagas conmigo; y entonces no me esconderé de tu rostro: 21 Aparta de tu mano, y no me asombre tu terror. 23 ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi prevaricación y mi pecado. 24 ¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?

Vanse CIPION y los suyos. No escuchas mas, cobarde? ya te escondes? Enfadate la igual justa batalla? Mal con tu nombradia correspondes, Mal podrás deste modo sustentalla; En fin, como cobarde me respondes: Cobardes sois, Romanos, vil canalla, En vuestra muchedumbre confiados, Y no en los diestros brazos levantados.

Sin duda me crees brujo, ¿no es verdad? porque guardas como un tesoro las llaves de este camarín, donde escondes todos tus secretos en los secretos de esos secreteres, y sabes que nadie puede entrar aquí si no le das las llaves de esas tres puertas; y esas tres llaves no se separan de ti desde hace trece años: desde que eres favorito del rey más desfavorecido de ingenio que ha criado Dios para ejemplo de reyes imbéciles y torpes.

Abu Hafáz, lleno de complacencia, fue ofreciendo ante sus ojos, y poniendo sobre el mostrador, mil extraños primores en joyas y en telas. Ella no se saciaba de mirarlas. Era muy curiosa. El mercader le dijo: Aún no te he mostrado, sultana, lo más espléndido y peregrino que mi tienda atesora. ¿Y para qué lo escondes y no me lo muestras? dijo ella.

24 ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Olvidaste nuestra aflicción, y la opresión nuestra? 25 Porque nuestra alma se ha agobiado hasta el polvo; nuestro vientre está pegado con la tierra. 26 Levántate para ayudarnos, y redímenos por tu misericordia. 2 Te has hermoseado más que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto Dios te ha bendecido para siempre.

Óyelos con atención. Soy toda oídos. El conde Enrique leyó de esta suerte: ¿Dónde te escondes, hermosa mía, que no consiguen verte mis ojos, Como te sueña mi fantasía, Llena de gracia, libre de enojos? Ven do el kokila dulce gorjea, Do presta el loto su aroma al viento, Ven que mi anhelo verte desea Y comprenderte mi entendimiento.

A no has de engañarme, como a tu padre dijo por último, andas en algo malo, Quilito, y si te escondes, es que el remordimiento te persigue... de alguna acción vituperable... ¡no cuál! Seré muy torpe, pero me parece que juegas... y si juegas, que has perdido... ¿he dado en el clavo? ¿ o no? Tan había dado, que el chico se agitó, como si acabara de recibir un alfilerazo.

Entonces el joven cortesano entendió, con deleite, que se trataba de un juego: la coquetería no podía adoptar forma más inocente y sencilla. Y sin vacilar tornó a paso vivo, saltó al prado y comenzó a registrarlo escrupulosamente. Rosa... Rosa... ¿Te escondes de , pícara?... Ya parecerás, a no ser que te hayas metido en un agujero, como los grillos.

Ya habían sido robadas.... ¡No mientas, perverso! El Caballero desciende las gradas del presbiterio y avanza algunos pasos en la oscuridad de la capilla. La prócer figura, que tiene la vaguedad de un fantasma, parece crecer bajo la nave, y su vos resuena impregnada de grave tristeza, de una tristeza de patriarca y de guerrero. Los dos clérigos callan. ¿Por qué te escondes, mal hijo?

Y ahora, están en brazos uno de otro y no tienen siquiera un pensamiento para . Entonces, de improviso, se despertó en un orgullo fiero. «¿Por qué te escondes? gritaba una voz en el fondo de misma. ¿No has hecho tu deber? ¿Todo esto no es obra tuyaCon un movimiento brusco me paré, eché hacia atrás mis cabellos en desorden y, con paso firme, apretando los dientes, me dirigí a la casa.