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Actualizado: 29 de julio de 2025


El tío Manolillo hizo vomitar al cocinero de su majestad cuanto sabía acerca de la cita que el duque tenía aquella noche con doña Ana de Acuña. Al salir de la taberna, separáronse el cocinero mayor y el bufón, y este último se fué en busca de un alcalde de casa y corte. Conocidas de nuestros lectores estas noticias, entraremos de lleno en el asunto del presente capítulo.

Desengáñate: has querido mofarte de sin motivo alguno; has querido vengar en agravios, imaginados o reales, que otros y no yo te han hecho. A decir verdad, debiste enamorar al padre Anselmo y atraerle a esta cita, si es que la cita sigue siendo de burla. El y no yo fue quien reprobó que te vistieses de seda. Lo que es yo, aprobé y aplaudí el verte tan bien vestida.

Acudió fielmente la muerta á esta cita que él mismo la había dado en su imaginación.

FRAICHEROSE. ¡Bah! ¡Si te paras en detalles, no acabaremos nunca...! Si no me das el brillante esta noche, otro me lo dará mañana. Seguiremos siendo buenos amigos, y nada más. Y dejarás de ser el amado de mi corazón. RAÚL. ¿Adonde irás...? FRAICHEROSE. A ver al Nuncio de Su Santidad, que me ha dado una cita para confesarme. Después de esto, amor mío, me volveré a vestir y regresaré a casa.

Ella no recibía entonces, ni salía de casa; pero Madame Duval era perseguida y detenida por Pedro Lobo, y ora por su medio, ora imprudentemente, valiéndose de un criado cualquiera, Pedro Lobo la inquietaba y la atormentaba con cartas pidiéndole, casi exigiéndole una cita. A las cuatro primeras cartas, dos al día, nada contestó Rafaela.

Hay, en particular, dos personajes subalternos, un pedante, doctor en Derecho, que cita á cada ocasión textos legales latinos, y un loco enamorado que se declara á todas las señoras que encuentra, y que recibe siempre calabazas, descritos con una vis cómica incomparable y una gracia extraordinaria.

El único autor moderno, que habla de ella, es Martínez de la Rosa en sus Obras literarias, lib. II. Herrera, entre los más antiguos, cita varios pasajes en sus Comentarios á Garcilaso. Sevilla, 1588, pág. 541.

El padre Diego de Eguiluz cita las siguientes: los Cunacurees, los Mayumanas, los Huarayus, los Tapacuras, los Baures, los Yuguehuares, los Toros, los Chumacas, los Pudayares, los Fundibularios, los Panuanas, los Punoboconos, los Canacurees, los Casaveones, los Morohionos, los Camies, los Chiriguas, los Humuhuanas, los Canicianas, los Cayuvavas, los Ducricumas, los Curaguanas, los Caridionos, los Marochinas, los Cayapimas, los Suruguanas, los Paririnas, los Barisinas, los Carivinas, los Carecomoros, los Chucucipeonos, los Chuminanas y los Maporoaboconos, es decir, treinta y siete naciones diferentes.

Pero como había prometido llevar al teatro al día siguiente los cinco mil reales, y lo había ofrecido con una petulancia que nunca se perdonaría, sin titubear, como si lo que a él le sobrara fueran miles de reales; como había que buscarlos, no decía encontrarlos, buscarlos sin falta, se levantó temprano y se dirigió... a la plaza de la Constitución, lugar de cita de todos los mozos de cuerda del pueblo.

En breves renglones decía: «La cita que me pide me compromete mucho; pero cedo a los sentimientos que me inspira, y le espero esta noche, de doce a una, en la calle de X , número 4, principal, derecha. Silencio y discreción. No diga al portero mi nombre: pregunte por la señora de Rosales.

Palabra del Dia

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