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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Algunos discípulos de la Universidad jesuítica, pareciéndoles estas aclamaciones demasiado vulgares, daban vivas á la Unidad Católica, y los aldeanos los contestaban con rugidos de entusiasmo, sin entender lo que aquello significaba, pero adivinando que debía ser algo contra los impíos de la odiada Bilbao. Aresti vió pasar á la mujer y la hija de Sánchez Morueta.
Pero alto allá: este otro papel es de fresca data, y envuelve otro papel cerrado y sellado con blasones y armerías. Antúnez no se contenta ya con la delgada usura de los aldeanos, y presta también a los grandes señores.
Líbreme Dios de no admirar tanto fervor. ¡Ojalá tuviera cada aldea y en cada semana, por lo menos, un orador de aquel género, que conservara viva y consoladora en el pecho de los pobres aldeanos la fe de sus mayores! Con ella únicamente son posibles la paz y la ventura entre tantas privaciones y miserias.
Donde quiera que se encontrase aquel cuerpo larguirucho, aquel gabán raído, aquellos pantalones con rodilleras y tal cual remiendo, no se podía dudar que, con sus pobres trazas, Ramón Limioso era un verdadero señor desde sus principios así decían los aldeanos y no hecho a puñetazos, como otros.
Añádase a esto que el ingeniero jugaba a los bolos con singular destreza y con una fuerza de muchos caballos, o por lo menos, de dos o tres aldeanos de aquellos. Con esta y otras análogas cualidades, consiguió ganar las simpatías y hasta la admiración por que había llegado a suspirar de veras.
Los hospedajes eran infernales, pero los suplía con ventaja la caridad de los aldeanos, excitada por el Sr. Zorraquín. En algunas partes les trataron tan a cuerpo de rey, como si fueran familiares del Infante, y el astuto sacerdote no disimulaba sus opiniones para verse de este modo mejor agasajado y atendido.
Eran las ocho y media. Todos los parisienses conocen este lindo grupo de doscientas casas cuyos habitantes son más ricos, más limpios y más instruidos que la generalidad de los aldeanos. Cultivan la tierra como jardineros, y no como campesinos, y los campos de su término parecen en primavera un pequeño paraíso terrenal.
Yo no podía decidirme a dejar perder por mí, por mis hermanas y por la innumerable familia de aldeanos, tan parientes por el corazón como nosotros por la sangre, el vestigio de aquellas venerables reliquias bajo un poco de hierba o de musgo roído continuamente por los carneros en el cementerio de la aldea. Era indispensable para semejantes reliquias un relicario adecuado.
Estos aldeanos y viejos hidalgos de Vasconia y de Navarra, esta semiaristocracia campesina de las dos vertientes del Pirineo, creía en aquel Borbón, vulgar extranjero y extranjerizado, y estaban dispuestos a morir para satisfacer las ambiciones de un aventurero tan grotesco.
»El favor que quiero pedir a usted, consiste en esto: »Creo recordar que en Ville d'Avray hay un pobre pastor, llamado Andrés, que posee recetas maravillosas y que, a creer lo que dicen los aldeanos, ha devuelto la salud a muchos enfermos que la Facultad había desahuciado. Tengo una idea vaga de todo esto, y estoy seguro de que yo no lo he soñado.
Palabra del Dia
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