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Las comedias y églogas de Lope de Rueda nos ofrecen pruebas indudables de escaso talento poético, ya por las razones que acabamos de indicar, ya por lo pobre y lo prosaico de sus asuntos. Los hilos de la trama, que componen sus fábulas, son casi siempre los mismos, y jamás podrá sostenerse que es delicada y bella su urdimbre.

Provienen, sin género alguno de duda, de las representaciones usadas en las iglesias, desde los tiempos primitivos, para solemnizar el nacimiento de Jesús, y nos hacen recordar, como sus tipos originarios, las églogas pastoriles de Juan del Encina y de Gil Vicente, aunque su acción sea de ordinario más extensa y complicada.

Aparecieron en Salamanca en 1496 y en Sevilla en 1501, considerablemente aumentadas . Sus tres primeras partes contienen poesías españolas nacionales y una imitación muy bella de las églogas de Virgilio, y la cuarta una serie de ensayos dramáticos . Encina había escrito estas pequeñas piezas desde 1492 á 1498 para que se representasen en los aniversarios y otras ocasiones solemnes en presencia de sus protectores el duque y la duquesa de Alba, D. Fadrique Enríquez, almirante de Castilla, D. Iñigo López de Mendoza, duque del Infantado, y príncipe D. Juan.

Juan de la Encina el primero, Aquel insigne poeta, Que tanto bien empezó, De quien tenemos tres églogas Que él mismo representó Al almirante y duquesa De Castilla y de Infantado, Que estas fueron las primeras.

Supuesto que esto es así, No es mucho que yo me atreva Á pediros en su nombre, Que por la gran reverencia Que se les debe á sus obras, Mientras se hacen sus comedias, Que las faltas perdonéis De los que las representan. Entre sus églogas, hay algunas en castellano de carácter muy dramático, quizás destinadas á la representación.

Todos los del bagel se entretenian, Unos glosando pies dificultosos, Otros cantaban, otros componian. Otros de los tenidos por curiosos Referian sonetos, muchos hechos A diferentes casos amorosos. Otros alfeñicados y deshechos En puro azucar, con la voz süave, De su melifluidad muy satisfechos, En tono blando, sosegado y grave, Eglogas pastorales recitaban, En quien la gala y la agudeza cabe.

Fueron representadas en la noche de Navidad en los palacios de los grandes, mencionados antes, y no hay razón que autorice á dudar de la noticia, que encontramos en el Catálogo Real acerca de su representación pública en el año de 1492 . No debe denominarse casual la forma de églogas, que reviste en ellas el drama.

Tampoco provino, como han sostenido algunos, de las coplas de Mingo Revulgo, ni de las églogas de Virgilio que Encina tradujo, sino de una serie de representaciones, más imperfectas en verdad, aunque parecidas, con que se solemnizaba en las iglesias la noche de Navidad.

Odas, canciones, idilios, églogas hay, donde se cuentan hechos, y nadie afirma resueltamente que sean épicas tales composiciones. Se dan romances, cánticos triunfales, epitalanios, himnos en loor de dioses, semidioses, héroes o santos, donde también se narra, y no son épicos puros. Llamar épico-líricas a estas poesías porque tienen en los dos caracteres, no resuelve la dificultad.

Las églogas religiosas de Gil Vicente, que fueron sus primeros trabajos, son imitaciones de Juan de la Encina, como observaron ya sus coetáneos: algunos pasajes y algunas escenas, señaladas por Barreto y Monteiro, no dejan sobre este punto la menor duda; pero también es cierto que estos primeros ensayos del portugués se distinguen de los del español en que están inspirados por una poesía más viva, y porque constituyen un paso más á la acción dramática, propiamente dicha.