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Traemos estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes, en su misma lengua portuguesa, las cuales hasta agora no hemos representado.

Las más antiguas se diferencian por su diálogo sencillo, y las últimas por su semejanza con el drama, tanto porque exponen una acción sucesiva, cuanto porque ofrecen ciertas gradaciones de carácter. Partiendo, pues, de estas señales, parecen las más antiguas las églogas sobre el nacimiento del Salvador.

Más largo tiempo hubo de servir á D. Jerónimo Manrique, obispo de Ávila, y después inquisidor general, puesto que en sus últimos años pronuncia su nombre con la gratitud más ferviente: «Cuantas veces me toca al alma sangre Manrique, no puedo dejar de reconocer mis principios y estudios á su heróico nombreMontalván añade que el joven poeta compuso para este prelado diversas églogas, y el drama pastoril Jacinto, y que esta obra dramática es la primera escrita en tres actos; pero el mismo Lope atribuye esta minoración, que había de convertirse en ley, al poeta Virués, y antes de ahora hemos visto que Cervantes se alaba también de este mérito, no grande en verdad.

No andan en sus cuadros Melibeos y Tirsis, sino montañeses ladinos y litigantes a nativitate, entreverados de sencillez y malicia, atentos a su interés y a las contingencias del papel sellado, y juntamente con esto cautelosos y solapados en sus palabras, como suelen ser los rústicos, a lo menos en nuestra tierra, aunque no sean así los que se pintan en las églogas y cuentos de color de rosa.

Otra farsa, también de Carnaval, solemniza las paces ajustadas con Francia, ya en el año 1493, con Carlos VIII, ya en el de 1498, con Luis XII. Más invención dramática y más acertada elección del asunto observamos en dos églogas, que debieron juntas componer un todo, y sin duda se representaron sucesivamente. Ambas forman un pequeño drama lleno de vida y de gracia.

Me olvidé de mi edad, me imaginé que tenía siete años, me persuadí de ello, y me dije: Lo que es hoy, me desayuno, y dejo al pomposísimo don Román con sus odas y sus églogas. ¡Allá se las avenga! Ahora.... ¡Al cerro del Cristo, a las dehesas del Escobillar, a cortar guayabas en las sabanillas que bordan las orillas del Pedregoso! Y, dicho y hecho, en pie. Pronto estuve listo.

Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos. Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él? -La Galatea, de Miguel de Cervantes -dijo el barbero. -Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y que es más versado en desdichas que en versos.